La tarde era una de esas de ‘ese pueblito en la sabana que se llama Patillal. Estaba allí con motivo del Festival Tierra de Compositores dedicado a la memoria de José Hernández Maestre ‘El Hijo de Patillal’. De la mesa de trabajo divisábamos las ‘nubes que besan la punta del cerro’.
Canciones de la autoría del homenajeado, aún no grabadas, brotaban a borbotones de los labios del público a medida que Juvenal desgranaba interesantes datos sobre la vida de este artista rey de la canción inédita en 1982 ‘El sentir de mi vida’.
Me refiero a los cantautores que conservan en sus baúles, algunos en su memoria y los más avanzados en computadoras, un pocotón de bellas canciones, guardadas por varios motivos, en ocasiones no entregadas para ser grabadas, por diversas razones que casi siempre giran alrededor del deseo del autor de la preservación del estilo, la melodía, conservar los espacios para fortalecer las raíces de lo nuestro, lo propio, auténtico, la identidad que es parte un conjunto de saberes, de lo que hemos aprendido y que no debemos cuidar, no dejar al libre albedrío.
Otra limitante es la escasez de recursos económicos, la falta de previsión de éstos por parte de los entes correspondientes para estimular a estos poetas o porque no son las canciones que en el momento tienen mercado. Ellos han hecho respetar lo auténtico.
Sobre compositores con canciones aún inéditas abundan ejemplos: el caso del ‘Rey de la Canción Inédita’ Santander Durán Escalona quien conserva más de 200 canciones en proceso de producción.
Otro tanto podríamos afirmar de José Alfonso ‘Chiche’ Maestre, Juvenal Daza; Rosendo Romero ‘El poeta de Villanueva’; Luis Enrique Egurrola, Fernando Dangond.
Es larga la lista de compositores, incluso fallecidos, caso de: Carlos Huertas, cuyo estilo y manejo de la décima vale la pena estudiar; Isaac Carrillo, Rafael Sánchez Molina, Vicente Munive, Dagoberto López, Jesús Torres, Eliécer Ochoa, Lucas Daza y muchos otros.
Juvenal rey vallenato de la canción inédita en el año de 1984 con ‘La Espinita’, con más de 130 canciones grabadas, afirma: “antes le insistían a uno para que entregara canciones para grabarlas.
Por el contrario, hoy debes pasar por una serie de filtros que ‘selecciona’ no para escoger las mejores o tiene uno que hacer una inversión económica muy significativa en un estudio y al final ni Sayco, ni el comercio retribuyen estos costos de una canción que no es del boom, género al que mucha gente prefiere escuchar, en especial la juventud no están familiarizados con lo tradicional”.
Este tema ha sido motivo de estudio en mesas de trabajo de los foros de la Fundación Festival Vallenato, Universidad Popular del Cesar, el Cluster de la Música Vallenata, tratado también por respetables investigadores sin lograr llegar a conclusiones que den pautas claras a seguir para definir las características del vallenato tradicional, clásico y los caminos para su preservación y difusión.
Se han quedado anclados en lo nuevo que están produciendo denominado de distintas maneras, distrayendo la atención del tema central.
No sé a qué autoridad u organismo le corresponde agarrar la sartén por el mango y conformar un grupo multidisciplinario responsable de estudiar y definir los caminos a seguir en este caso, para no quedarnos en la discusión bizantina en que nos encontramos. Definir las características del vallenato tradicional, selección y promoción.
Habrá que hacer ajustes, innovaciones que no cambien el sentido fundamental, teniendo en cuenta cuáles son los referentes que no deben cambiar, en lo que debemos ser muy cuidadosos para no desvirtuarlo. Todo esto debe ir acompañado de acciones educativas bien definidas inculcadas a temprana edad.
El reconocido investigador, coleccionista y compositor Julio Oñate Martínez en su última obra ‘Héroes ocultos del vallenato’ reivindica a una serie de cultores de esta música: compositores, intérpretes de instrumentos vernáculos que han permanecido trabajando en silencio.
Lo que hace grande este folclor que surgió desde la base de la sociedad, con bellas obras que merecen las más altas calificaciones en cuanto a creaciones poéticas, entre otras características, ser una expresión humana, espiritual, con un lenguaje propio.
Los juglares al crear sus cantos a partir del saber popular sin proponérselo, daban a conocer los sucesos cotidianos de la época, unos hicieron de comunicadores, mensajeros que llevaban y traían recados traducidos en bellos poemas musicalizados que buscaban deleitarse, enamorar, complacer al amigo.
Además no existían los avances tecnológicos del momento. Muchos se han preservado por la tradición oral. Las memorias que nos recuerda que eran los autores de los cantos quienes los interpretaban; tenían una diferencia rítmica y una estructura musical propias clasificados como paseos, merengues, puyas, y sones.
El acordeonero era un músico integral que con igual destreza hacía sonar el acordeón como interpretaba cantos de su propia inspiración o, en ocasiones, de un tercero.
Urge prestar mayor atención al rescate, preservación de la genuina expresión autóctona del folclor.
Por Giomar Lucía Guerra Bonilla/ Especial El Pilón