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Cancelado

Toma fuerza hoy día y amenaza los derechos de las personas la cultura de la cancelación, la cual consiste en excluir socialmente a una persona o grupo de personas que son contrarias a una postura social o que, en su defecto, actuaron equivocadamente en algún aspecto de la sociedad. Esta cultura se fundamenta, desde esta perspectiva del autor, en los siguientes pilares:

1.- Reinterpretación y valoración histórica de los signos y expresiones corporales. 

2.- Sensibilidad etimológica de las palabras. 

3.- Resignificación de los conceptos.

4.- Reducción sistemática de los límites legales del derecho a opinión. 

5.- Incorporación de sanciones sociales desproporcionadas.  

La cancelación se basa en la guerra de las palabras, de los conceptos, de los signos y expresiones corporales, a través de las redes sociales, donde los mass media magnifican e hiperglobalizan neoposturas ideológicas, relativizando la verdad y presionando a quienes no estén a favor de ellas, para los cuales se debe, sea desde la fuerza coercitiva del Estado o desde movimientos modernos, ser apartados de los distintos estamentos sociales, empezando por el trabajo. Es decir, aquellos que no estén a favor de una postura deben quedar en automático sin familia, sin trabajo, sin contratos, sin amigos, sin relaciones públicas, sin dinero… se trata de llevar a una persona a la miseria absoluta. 

Aunque no se diga o, aunque parezca exagerado, es lo que resulta al final. Hay muchos casos documentados alrededor del mundo. 

Las organizaciones que tengan en su nómina a una persona objeto de cancelación, para evitar que sean boicoteadas y afectadas en su imagen, deciden apartarla desde lo laboral/contractual mediante comunicados, en algunos casos escuetos, donde informan al público que ya está apartada, aún sin pruebas materiales demostradas, más que aquellas viralizadas por la pasión de quienes se perciben afectados. 

El riesgo de sobrevalorar la cancelación como mecanismo alternativo de justicia social, es que cuando el sujeto cancelado demuestra toda su inocencia, no existe la misma fuerza ni el paroxismo en la difusión de su inocencia, como si la hubo con el castigo. 

Una persona cancelada prácticamente se convierte en un exiliado en su propia tierra. La ciudadanía aboca al adagio “si el río suena, es por algo”. Es decir, la recuperación del cancelado no es total, además de ser muy lenta, con las altas repercusiones emocionales y psicológicas. Con algoritmos avanzados de procesamiento digital de imágenes, aplicaciones con inteligencia artificial, entre otros, hace correr el temor frente a escenarios donde todo el show mediático no haya sido más que un montaje digital hacia el sujeto objetivo de la cancelación. 

En otros países hay un panorama (o así parece) del rumbo ideológico de la cancelación. En Colombia, no es tan claro. Se exagera en el castigo social sobre ciertos comportamientos, actitudes y/o expresiones verbales, corporales y/o de redes sociales, pero se flexibiliza frente a otras, tales como la corrupción, solo por citar un ejemplo. 

Frente a esta nueva forma de escarmiento social, es necesario ser prudentes y escudriñar elementos objetivos de verdad frente al escenario de cancelación de una persona, en aras de poder emitir juicios medianamente justos a través de redes sociales, evitando posiciones pasionales y ser multiplicador útil de ataques solapadamente violentos. Recordemos que mañana podrías ser tú quien injustamente es atacado(a), y créeme que desde esa perspectiva no es nada agradable manipular el problema. ¡Es mejor prevenir! 

Por Erlin David Carpio Vega

Categories: Columnista
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