Por: Nuris Esther Pardo Conrado
Gracias a que superamos la crisis de gas domiciliario que en un momento inesperado se presentó en la ciudad. Hay que aprender de lo sucedido y especialmente aceptar las sugerencias que como en este caso, habían hecho los organismos gubernamentales encargados de la previsibilidad, atendiendo el crudo invierno que para estos tiempos se presenta en el país.
Tenemos la certeza de que los llamamientos fueron desoídos; sin embargo, tenemos que lamentar la crisis alimentaria que en un momento nos atacó en esos días, pero en mayor grado a los más vulnerables, cuestión que como es lógico sirvió para que los pequeños ahorros que tenían reservados para la compra de elementos como ropa, regalos, viajes y otros menesteres, tuvieran que ser invertidas en la compra de alimentos, con los cuales hubo una especulación incontrolada que conllevó al exceso.
Encontramos, y de veras nos complació mucho, escuchar al Alcalde comprometido con su comunidad, tratando de conseguir que en el menor tiempo posible se restableciera el servicio; sin embargo, guardaron silencio los órganos de control y en ningún momento aparecieron ni concejales, tampoco los diputados, menos los parlamentarios. Brilló, igualmente por su ausencia, la voz del Personero Municipal, en defensa de los usuarios que, como ellos mismos lo son, soportamos tan lamentable situación.
Este fue un campanazo de alerta, un anticipo a lo que se puede repetir en cualquiera de los servicios públicos domiciliarios, podemos tomarlo como los síntomas previos de algo peor, hecho que como es lógico debe servir para recomponer el andar y planear el como obviar estas situaciones en el menor tiempo posible, sin daño para nadie.
La embestida del río contra el gasoducto era algo que tarde o temprano se iba a dar. La solución dada ha sido perentoria por que la transportadora ETG al colocar el baipás (puente aéreo), no ha dado un paso en firme a la necesidad reinante, toca entonces hacerle un seguimiento exhaustivo a los trabajos y la previsibilidad que se emprendan hacia lo venidero.
De repetirse el hecho mayores serán las consecuencias y peor la tragedia, por que guerra avisada no mata soldado, la medicina se le suministra al enfermo y no al cadáver; en este caso, se debe planear lo exacto y no entrar hacer criticas ineficaces cuando lo necesario es la acción.
Los hechos naturales por su razón de ser se dan cuando menos se espera; ahora bien, el fenómeno de la niña estaba anunciado y a más de ello comprobada la venida por que los Meteorólogos con sus estudios lo habían anotado y habían hecho alusión a ello indicando que se tenían que tomar acciones tendientes a disminuir sus efectos. Nosotros los latinos quienes nos dormimos sobre los laureles, sólo tomamos nota de cualquier caso después de sufrirlo. Ya tenemos conciencia y experiencia de ello, entonces la acción cabe a la mayor brevedad.
Nota:
No podía olvidarme de mis lectores quienes son la razón de ser de esta columna, para ellos, para sus familias, para todos los cesarenses y Colombianos, en general, igualmente para mis amigos, les deseo y pido a Dios por que les llegue unas navidades pletóricas de alegrías y un nuevo año lleno de optimismo, fe y paz; el señor del universo cuide de todos , pero a más de ello, hago clamores para que nuestra patria recomponga su camino, aquí cabemos todos sin distingo de ninguna índole, por que Colombia es deseado por los foráneos y malquerida por los nacionales, esos que han hecho de este Estado un infierno cuando podían haberla convertido en un paraíso. Para ellos mi petición que reaccionen un instante. El progreso y la convivencia depende de todos, pero unos pocos la obstaculizan, sea el momento preciso para pedirles por mi intermedio y a nombre de todos equilibrio mental, solidaridad, compasión por que con el dolor sufrido se ha pagado más de lo debido.
A nuestros gobernantes expresarle que trabajar por el pueblo es la misión a la que están llamados, sin miramiento de clase, creencias religiosas o políticas y otras características, por ello, gobernar para todos debe ser la meta y perdonar o perdonarse sería el ejemplo más claro de la labor que como tal les corresponde.
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