Preocupa mucho que la reacción de ciertos economistas al propósito de bajar impuestos y subir salarios, que está exponiendo en forma responsable, técnica y documentada el candidato Iván Duque, sea la de siempre.
¿Considerarán que para conseguir un crecimiento económico acelerado toca subir los impuestos, toda vez que las inflexibilidades del gasto, según ellos, no dejarán al próximo gobierno el margen de maniobra necesario? ¿O pensarán que las experiencias de tantos países en el mundo, en diferentes épocas, son irrelevantes como evidencia de que sí se puede?
Esos debates son naturales en el mundo de la política y la economía. Pero, habida cuenta de las urgencias de Colombia, lo fundamental no son los tecnicismos, importantes, desde luego, si no los pasos que deben darse para conseguir grandes transformaciones.
Nuestro país no puede seguir haciendo, apenas, cuentas de servilleta. Es urgente actuar con audacia y responsabilidad al mismo tiempo, con el fin de crear las condiciones que, gracias a una economía vibrante, conduzcan a tener buena política social, construir equidad y generar empleo.
Lo anterior requiere aliviar la carga tributaria a los empresarios, mejorar la capacidad adquisitiva de los trabajadores, diseñar atractivos e incentivos para los inversionistas, sin temores ni debates ideológicos trasnochados, y darle vida a una nueva política exterior que tenga por objetivo fortalecer la capacidad de crecer de nuestra economía. No hay otro camino.
Lo demás sería seguir en lo de siempre, es decir, continuar con la tesis de que hay que subir los impuestos porque el gasto no se puede bajar, y criticar la tesis del adelgazamiento impositivo argumentando que la rebaja de los tributos no garantiza la creación de más empresas. Tenemos que atrevernos.
Dar pasos atrevidos, pero responsables, y novedosos pero viables, es la fórmula que reclama el país en este momento. De lo contrario, seguiremos en las mismas. Dando pasitos, solamente pasitos, inciertos, carentes de alcance, temerosos e insuficientes.
Si eso sucede, la distancia que nos separa de las economías que avanzan será cada día mayor. Para que el debate nacional sobre estos temas fundamentales sea más productivo y esclarecedor, deben incorporarse otros elementos. Salir de la rutina pretenciosa que ha caracterizado la controversia económica, sería, quizás, la mejor inversión. Muchos preguntarán el porqué de esa afirmación. La razón es la siguiente: el mundo de hoy exige que todo lo que tenga que ver con los intereses nacionales se mire con una visión global.
Para poner solo un ejemplo, vale la pena traer a colación el nuevo tipo de inversiones que se hacen en la actualidad. Esta es la materia de un libro reciente, escrito por Jonathan Kastel y Stian Westlake, que titularon ‘Capitalismo sin capital’. Se trata de una obra, que debe ser estudiada y analizada, cuyo objetivo es estudiar el crecimiento de lo que los autores denominan la “economía intangible”.
En resumen, los autores se dedican a escudriñar el tipo de inversiones que se están haciendo. Indican, por lo tanto, que la naturaleza de esa actividad ha tenido una transformación significativa. El nuevo escenario no se refiere a la tecnología de la información, si no al esfuerzo de los inversionistas, cuyo objetivo son intangibles como las ideas, las relaciones, las marcas, redes y conocimiento.
Estamos viviendo, pues, en una era en la que el capital tiene una dimensión distinta a la de ayer. Todas estas transformaciones nos obligan a mirar la realidad nacional con una óptica diferente, y a reclamar que dejemos atrás los viejos conceptos paralizantes. Colombia necesita el cambio, no más de lo mismo.