En las discusiones políticas del país siempre se incluye la necesidad urgente de realizar reformas y cambios estructurales; se le pide al Congreso o al Gobierno de turno tener la valentía de cambiar lo que no está bien aunque eso cause pequeños traumas en la normalidad.
En este editorial la petición de realizar una reforma estructural va hacia la sociedad cesarense, a los 1.295.387 hombres y mujeres que habitan este territorio.
Urge poner fin a la indigna forma de hacer política en los 25 municipios del Cesar, donde el más opcionado a ganar las elecciones es el que más dinero tiene para comprar votos y mover la maquinaria, donde los apoyos están basados en cargos burocráticos y no en la capacidad de creer en un proyecto.
Esas formas nos han condenado. Hoy somos una región pobre, lo dice el Dane, sin un futuro claro, donde la crisis de la minería desnudó la incapacidad nuestra para crear un fuerte sector privado.
Y es que esa manera de hacer política ha beneficiado a unos pocos, a esos que en época electoral financian las campañas y luego se quedan con toda la contratación pública. No solo limitan la participación, llegada y formación de nuevas empresas, esa ‘mafia’ de contratistas no entrega las obras completas porque deben pagar coimas para poder ganarse el ‘contratico’.
La fórmula debe cambiar: nuestros políticos no pueden llegar a sus cargos con el “alma vendida al diablo” para luego dedicarse, única y exclusivamente, a pagar favores. No gobiernan por el bien público, sino para cumplir compromisos. Que ganen las ideas, libres siempre, las que están comprometidas únicamente con el bien general.
En el Cesar no podemos seguir de oídos sordos. Basta de complicidad. Necesitamos mayor transparencia en el manejo de los recursos públicos. A los gobernantes no se les nota preocupación por la ‘opinión pública’, eso los tiene sin cuidado, en cambio, cuidados sí están los funcionarios nombrados, los alcaldes afines y los contratistas. Felices los cuatro, como dice Maluma, en una desagradable y grotesca orgía.
El no gozar de vías en buen estado, la pobreza, la inseguridad, los hurtos, las interrupciones en los servicios públicos, nuestros hijos recibiendo clases en colegios públicos en mal estado, entre otros, son consecuencias del dominio durante años de las manzanas podridas.
Necesitamos un pacto ético en el Cesar, donde empecemos por poner delante principios y valores, como la honestidad, a la hora de intercambiar con el prójimo. El segundo paso es confiar entre nosotros.
LA GUAJIRA TIENE SAL
Como dijo ayer Amylkar Acosta ante la noticia de la destitución de Nemesio Roys como gobernador de La Guajira: no queda duda de la saladera de la península. Lo hacía bien el gobernador Nemesio Roys. Ganó bien y crecía la esperanza. Se notaba su afán de acertar. Deja bases e inversiones trascendentales en desarrollo. Pero la inestabilidad vuelve a golpear al hermano departamento y el Consejo de Estado anuló ayer su elección, no por corrupción. El día del aniversario, preciso cuando el presidente Duque la visitaba. Definitivamente La Guajira tiene buena sal pero hay una que sube la tensión, es muy corrosiva y se impone. Triste.