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Calixto, genio y melodía

Cuando llegan las horas de la tarde
que me encuentro tan solo y muy lejos de ti
me provoca volve’ a los guayabales
de aquellos sabanales donde te conocí

Mis recuerdos son aquellos paisajes
y los estoy pintando exactos como son
ya pinté aquel árbol del patio
que es donde tú reposas cuando calienta el sol

Estos son los relatos convertidos en canciones de Calixto Ochoa, sacados de la cotidianidad para llevarlos a la inmortalidad. ‘Los sabanales’, una de sus más recordadas canciones, muestran ese estilo clásico y costumbrista del ‘Negro Cali’, quien a sus 81 años dejó más de 1.400 canciones en la historia del folclor vallenato.

Calixto Ochoa fue un genio del vallenato. No solo hay que verlo o analizarlo desde la óptica del compositor, sino desde las entrañas del músico integral porque fue el único que se atrevió a internarse en los vericuetos de su acordeón para inventar un acordeón con cambio de palanca. Es decir, cambió los botones que traía el instrumento desde la fábrica y le incorporó una palanca para cambiar la melodía. Calixto se caracterizó porque siempre iba un paso adelante de los músicos de su época.

Además de sus destrezas musicales en todos los ámbitos, hay que resaltar hoy cuando el folclor vallenato llora su muerte, su calidad humana. Era el protector de los músicos nuevos o fracasados, sus calidades como amigo incondicional no las cambiaron ni la fama ni los pedestales encumbrados donde se movía, nunca lo obnubilaron.

Calixto se fue a los sabanales del cielo, donde el color moreno no destiñe, ni se secarán los lirios rojos, y tal vez allá, encuentre respuesta a su pregunta que internacionalizó en su canción ‘El africano’: ¿mama qué será lo que quiere el negro?

EL PILÓN hoy le rinde tributo a este genio del folclor vallenato, que le compuso a todo y como él mismo lo afirmó en una entrevista: “No le compuse a lo que no existe”.

El hijo de Valencia de Jesús sentó cátedra del auténtico vallenato a través de sus canciones, narraba la cotidianidad y lograba transmitir distintos sentimientos. Parecía que tenía un imán musical, que todo lo atrapaba, le daba sentido a las cosas mínimas de la vida. Le dio trascendencia a las labores del campo, las mismas que él realizó cuando joven y lo ayudaron a forjar su carácter de hombre íntegro.

Calixto dejó muchas enseñanzas. Fue el único acordeonero que se presentó en el Festival Vallenato con obras inéditas, de su autoría, y tuvo la cortesía de componer una canción de agradecimiento por la corona que logró en 1970.

Su nota acentuada y alegre la heredaron sus hijos, especialmente Rolando Ochoa, que siguió su camino al píe de la letra, y en los próximos días entregará un trabajo musical con canciones de su papá, en las voces de diferentes cantantes vallenatos.

A pesar de ser de los pocos acordeoneros que se retiró antes de tiempo, nunca perdió vigencia, sus canciones siempre han estado vigentes.

Mañana se cumplirá su última voluntad, que lo sepultaran en Valencia de Jesús, la tierra que lo vio nacer y donde se guardará la memoria de un grande del vallenato, el juglar Calixto Antonio Ochoa Campo. Gracias maestro.

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