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Calidad de la educación, de mal en peor

Los resultados de las pruebas PISA del 2018 muestran, una vez más, un panorama sumamente grave de la educación en nuestro país. Colombia quedó de último entre los miembros de la OCDE y de 58 entre todos. 

La calificación fue de 412 puntos en comprensión de lectura, cayendo 13 puntos y volviendo al nivel del 2009. Un examen más profundo muestra que el 50% de los estudiantes están solo en el nivel 1 o 2 de lectura, es decir, no son capaces de identificar la idea principal en un texto. En otras palabras, la mitad de los estudiantes colombianos no entiende lo que lee. Y solo el 1% alcanzó los niveles 5 o 6, los más altos.

En ciencias el resultado fue parecido. La calificación fue de 413, 3 puntos menos que en el 2015. Acá también cerca del 50% de los estudiantes están en los niveles 1 y 2. En matemáticas hubo una mejora insignificante: el promedio fue de 391, 1 punto más que en el 2015, pero aún más abajo (99 puntos) que el promedio de 489 de la OCDE. El 65% de los estudiantes  colombianos calificó en el nivel 1 y de nuevo solo el 1% estuvo en los niveles 5 o 6. 

No he podido ver los resultados comparados en PISA de los colegios públicos y privados. Pero si, con algunas excepciones, la educación privada en Colombia es mala, la pública es un desastre. Las pruebas SABER 2018 muestran que solo hay 8 colegios oficiales entre los primeros 500 colegios y el mejor calificado es el número 100.  

La base de la educación de calidad son los profesores. Buenos profesores hacen buenos estudiantes. Pero la clave de los profesores no está en los estudios, como se piensa equivocadamente. En Colombia, el 12.5% de los estudiantes socioeconómicamente aventajados y el 9.8% en desventaja tienen profesores con maestría. En Dinamarca son el 5.8 % y 2.7% respectivamente. En otras palabras, se puede tener doctorado en Harvard y ser un pésimo profesor. No son los grados universitarios lo que hace a un profesor bueno o malo. Y con esto no estoy diciendo que no haya que hacer un esfuerzo enorme en la formación de los maestros, cuyas facultades universitarias son malísimas, sino que la calificación de los profesores debe hacerse con base en las de sus alumnos y no por los grados universitarios.

Y ahí está el problema: FECODE, el mal afamado sindicato de maestros, no ha permitido una evaluación correcta de sus miembros. Se ha dedicado a cuidar y acrecentar sus privilegios, a politizar la educación pública y a adoctrinar en un socialismo de la caverna a los alumnos, y le importa un comino la calidad de la educación que sus afiliados imparte. Es de esto que hay que hablar en el Congreso y en las “conversaciones” con el gobierno. Y de cómo gastar bien el presupuesto. Los aumentos presupuestales, sin cambios en la calidad de la educación, es dinero que va a la basura. 

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Rafael Nieto Loaiza: