Calamidad pública

Se puso de moda la frase. La semana que pasó los titulares de los medios de comunicación de Bogotá y de otras regiones de Colombia daban cuenta de la necesidad de declarar la calamidad pública por la sequía que tiene sufriendo a millones de ciudadanos. La Guajira es el territorio más afectado, el Cesar no se queda atrás, ni qué hablar de Córdoba, Magdalena y Sucre.

La figura de calamidad pública está bien sustentada en la Ley 1523 de 2012 que adoptó la política nacional de gestión del riesgo de desastres y estableció el sistema nacional de gestión del riesgo de desastres. La definición aparece en el artículo cuarto, pero antes de llegar a la calamidad habla de adaptación, alerta, amenaza, análisis y evaluación del riesgo, y ahí sí, calamidad pública. Mejor dicho, antes de llegar a este escenario hay otras esferas que deben surtirse para evitar este escenario.

Calamidad pública es, según la Ley: “el resultado que se desencadena de la manifestación de uno o varios eventos naturales o antropogénicos no intencionales que al encontrar condiciones propicias de vulnerabilidad en las personas, los bienes, la infraestructura, los medios de subsistencia, la prestación de servicios o los recursos ambientales, causa daños o pérdidas humanas, materiales, económicas o ambientales, generando una alteración intensa, grave y extendida en las condiciones normales de funcionamiento de población, en el respectivo territorio, que exige al municipio, distrito o departamento ejecutar acciones de respuesta a la emergencia, rehabilitación y reconstrucción”.

Está bien que existan las herramientas jurídicas cuando los asuntos, como la sequía, se salen de control. Pero tampoco se puede abusar cuando sabemos que en muchos casos hay falta de planeación y en el peor de los casos, desviación de los recursos públicos con los que debían atender o resolver problemas a la comunidad para enfrentar esas etapas difíciles que trae la naturaleza.

El Ideam se la ha pasado hablando de los efectos del fenómeno de El Niño, las organizaciones ambientalistas hablan a cada minuto de los devastadores estragos del cambio climático, pero aun así no hay suficiente conciencia ciudadana ni la disposición de las autoridades para prepararse. ¿Qué pasará cuando la sequía sea permanente? Habrá calamidad pública permanente.

En el Cesar tenemos millonarios recursos de regalías, igual que La Guajira, y estamos perdiendo tiempo precioso para planear el futuro sin agua o con poca agua.

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