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Buitrago, precursor del vallenato

 Guillermo de Jesús Buitrago.

De tantos viajes que he realizado a Barranquilla desde Valledupar, no había tenido la inquietud  de escudriñar las obras arquitectónicas de Ciénaga, un municipio situado a la orilla del mar Caribe, comunicado a través de una  congestionada vía. Debido a diversas circunstancias, el desarrollo comercial no ha respondido al crecimiento que han tenido otras ciudades de la Costa Atlántica, esta situación ha sido determinante para que los viajeros no visiten con regularidad esta ciudad, donde se encuentran hermosos e impresionantes tesoros construidos en los años de la gran bonanza bananera.

No es usual para el que transita por la Troncal, hacia un destino específico, conocer esa desconcertante ciudad que en 1918 era considerada como una de las tres ciudades más importante de la Costa Atlántica, donde los cienagueros,  italianos, inmigrantes árabes, sefarditas y de otras nacionalidades, allí residenciados, conformaron una identidad  triétnica y convirtieron al municipio en un gran centro comercial regional con los ingresos del cultivo del banano que se inició en 1883 y cuyas primeras exportaciones se llevaron a cabo  con la producción del distrito Rio Frío, situado a pocos kilómetros de Ciénaga.

Al consolidarse la organización del cultivo y el transporte a través del tren al puerto, por la United Fruit Company en 1901, los agricultores, dueños de tierra y trabajadores que intervinieron en el proceso, lograron ingresos superiores en los años comprendidos entre 1910 y 1925, fechas memorables en las cuales se consolidó el proyecto.

Esta atípica situación generó un comportamiento económico diferente al de otras ciudades de la Costa, con esa prodigalidad de recursos se realizaron grandes inversiones en el campo e incitó descomunales migraciones de otros departamentos para hacerle frente a la demanda laboral y se llevaron a cabo colosales construcciones de estilo republicano ecléctico en Ciénaga, epicentro de las actividades del cultivo.

El éxito económico logrado por los propietarios de los cultivos, les facilitó continuos viajes y largas permanencias  en algunos países europeos, especialmente en Bruselas donde conocieron  y tomaron variados diseños arquitectónicos que adaptaron a sus propiedades. Gracias a la facilidad económica que le brindaba esa actividad, construyeron majestuosas edificaciones  públicas y privadas. Al cambiar las circunstancias económicas a partir de 1928 por el estancamiento de las exportaciones de banano y la consecuente disminución de ingresos, se produjo el  éxodo hacia otra ciudades de aquellas personas vinculadas directa o indirectamente al cultivo, por esta adversa situación se generó el doloroso olvido de sus propiedades rurales y urbanas. La mayoría de esas edificaciones hoy día se encuentran derruidas, guardando silenciosamente la historia de aquellos años de bonanza, ellas esperan la pronta la restauración.

Ilusionado por la absorción de mano de obra que se requería y los negocios colaterales que generaba el cultivo de banano, llegaron a Ciénaga procedente de varios departamentos de la Costa Atlántica y del interior del país muchas personas en busca de mejores ingresos

De Marinilla (Antioquia), donde la idiosincrasia de toda una raza nos la cuentan en rimas y originales improvisaciones que emergen de los acordes básicos de una guitarra, llegó a Ciénaga, en busca de oportunidades, el comerciante Roberto de Jesús Buitrago, quien conoció a Teresa Mercedes Henríquez de la Hoz, una hermosa mujer cienaguera con quien se casó en la Parroquia San Juan Bautista de la ciudad el 15 de Junio de 1916. Propio de la familia antioqueña, de esta unión nacieron siete hijos. El tercero nació el 1 de Abril de 1920 y fue bautizado con el nombre de Guillermo de Jesús Buitrago Henriquez. A Guillermo le gustaba desde niño la música, igual a su hermana Helda Cecilia,  quien tenía una guitarra. La familia Henriquez se ha distinguido por la afición hacia la música. Guillermo es bisnieto del navegante holandés Jacobo Henriquez de Pool, de Curazao, donde vivía, se trajo un piano, maravilloso instrumento que tocaba a la perfección, aún recuerdan los elogiosos comentarios que suscitaban sus recitales con el legendario armonio de pedal de la hermosa iglesia  San Juan Bautista, cuyo diseño republicano engalana el atractivo Parque  del Centenario.

Sus tíos Camilo Henríquez de la Hoz  y Jacobo Henríquez Bermúdez fueron músicos reconocidos y su prima Digna Cabas Henríquez, descendiente de una esclava de Martinica, fue una bailadora de los ritmos negros durante todo el siglo XX en Ciénaga.

La guitarra cautivó a Buitrago, al encausar esa afición  fácilmente conoció sus secretos. Él era un joven inquieto, de carisma desbordante, elegante, siempre bien vestido, la gomina en su pelo corto nunca le faltó.

Debido a la precaria situación económica de la familia, aprendió a fabricar fuegos pirotécnicos para venderlos en el mercado local y así aportar las utilidades a su casa. A los 16 años empezó a trabajar en un almacén de víveres por algún tiempo, para él la música era prioritario, por eso se dedicó a practicar y cantar con su guitarra.

Al sentirse seguro con su instrumento, incursionó en un programa infantil de la emisora  Ecos del Córdoba en Ciénaga (1935), donde afianzó sus conocimientos participando en el programa musical ‘La hora de los aficionados’, dirigido por el pianista, director de orquesta y arreglista cienaguero, Ramón Ropaín.

Sólo estudió hasta tercero de bachillerato en la Escuela de segunda enseñanza para varones de Ciénaga. Viajaba con frecuencia acompañando a su concuñado  Antonio Miranda Culzat  a la escuela Vacacional de Caracolicito (corregimiento El Copey, Cesar). En una de esas andanzas compuso el paseo ‘Toño Miranda en el Valle’, grabado en Argentina por el dúo Colombiano Fortich y Valencia  y por  Estercita Forero con el conjunto de los universitarios de Puerto Rico.  En Ciénaga se reunían los músicos de la región en el salón colonial, allí había además de una amplia pista de baile, una tarima donde los músicos hacían sus presentaciones. Buitrago actuaba como maestro de ceremonia, animador y leía las cuñas publicitarias. Uno de los momentos esperados por los asistentes, eran los enfrentamientos musicales o piquerias que tenía con su inseparable compañero el compositor Esteban Montaño Polo, autor de la melodía del paseo ‘Por ella’, éxito de los Hermanos Zuleta. La letra es de su abuelo, el poeta educador Santiago Montaño Castro, cuyos versos se los dedicó a su amor platónico Isabel Ariza de Tasajera, un corregimiento de pescadores cercano a Ciénaga.

Buitrago a comienzos de los años 1940 viajó a Valledupar, a El Copey, Villanueva, El Difícil, Plato, etc., quería conocer la música de esa tierra aún lejana por los precarios medios de comunicación existente. Gracias al presidente Alfonso López Pumarejo, a partir del año 1936 se prolongó la carretera de Fundación a Valledupar, así se superó un peligroso trayecto de pronunciados precipicios que obstaculizaba el tránsito normal, en el paraje denominado Alto de las Minas, cerca de El Copey.

En el Copey conoció la obra musical de Tobías Enrique Pumarejo, en Valledupar la de Escalona, en Villanueva las canciones de Rafael Enrique Daza Iriarte, quien le interpretó su paseo ‘El huerfanito’ (atribuida a Buitrago) y en El Difícil lo invitó Pacho Rada Bautista, quien ya había estado en la zona bananera, para que conociera las composiciones de su cuñado el acordeonero Ventura Díaz Ospino, hermano de  Juan ‘Joselito’ Evangelista Ospino, autor de la famosa canción ‘El humanitario’, grabada por Calixto Ochoa. Ventura de Nueva granada (Magdalena), se había retirado de las parrandas por una infortunada lesión en su cara, esta lamentable situación que lo atormentaba, la exteriorizó una noche triste de verano a través de su composición ‘El grito vagabundo’. Al escuchar esta nostálgica canción, Buitrago se conmovió por la letra  lastimera que transmite el dejamiento emotivo en que se encontraba y por la hermosa melodía que acompaña al desgarrador mensaje.

La letra de El grito vagabundo  dice:

Yo quiero pegar un grito el día de hoy
Yo quiero pegar un grito el día de mañana.
Quiero decirles adiós porque me voy
Quiero decirles adiós, adiós mi dama.

Buitrago regresó feliz de esa gira itinerante, pudo ampliar y afianzar sus conocimientos musicales con los diferentes compositores que compartió y pudo recolectar muchas obras inéditas maravillosas que anhelaba tener para hacer realidad sus sueños. En ese periplo se sorprendió con el tesoro musical encontrado, ese inesperado hallazgo de incuantificable valor, lo llevó a contrastar melodías, tonalidades y cadencias de las diversas canciones, para integrarlas a su repertorio. La emoción se acrecentó aún más al conocer en detalle por los diferentes compositores, las verdaderas historias que originaron cada una de las canciones y al vislumbrar las inmensas posibilidades que se le presentaba al adaptarla a su estilo

En 1942 cuando Emisora de Ciénaga clausuró actividades, Buitrago continúo sus programas musicales en La Voz de Santa Marta, posteriormente se trasladó a Barranquilla donde alternaba sus presentaciones musicales con las cuñas publicitarias que producía.

En Barranquilla Abel Antonio Villa con su acordeón, en 1944 los acompañó en una de sus primeras grabaciones que realizó en un estudio improvisado del Sello Odeon en Foto Velazco. Ese acetato que contenía las canciones ‘Las cosas de las mujeres’ y ‘La negra mía’ fue prensado en Argentina.

El conocimiento y la experiencia le permitió llegar finalmente en 1946 a Emisoras Atlántico, creada en 1934, desde su inicio fue un influyente medio, posteriores nacieron La Voz de la Patria (1935) La Voz de la Víctor y La voz de Barranquilla. La férrea competencia entre estos medios de difusión motivó la fusión de estas dos últimas emisoras en Emisoras Unidas, sigilosa competencia musical de La emisora Atlántico donde Buitrago con Julio César Bovea Fandiño (1934-2009) en algunas oportunidades, otras por Efraín  ‘El Ronco’ Torres, como guitarristas acompañantes, y Ezequiel ‘El Cheque’ Rodríguez en la guacharaca, consiguió su primer contrato como artista exclusivo. Gracias a las continuas presentaciones sus canciones llegaron fácilmente al público que lo aplaudían y reconocía además la ingeniosa publicidad cantada que producía.

Por razones desconocidas, en 1946 Bovea se separó de Buitrago y montó su propio conjunto. Emisoras Unidas, con la finalidad de facturar  más publicidad, contrató a Bovea y enfrentó su programa radial al de “Guillermo Buitrago y sus muchachos” que estaba integrado por Guillermo en la guitarra, Ángel Fontanilla como guitarrista acompañante y ‘El Mocho’ Rubio como guacharaquero. Aun así no fue menguada su popularidad, la música era su vida, lo que lo hacía feliz, por esa razón en sus presentaciones se esmeraba muchísimo, cuando alguno de los miembros del conjunto se distraía por alguna circunstancia, de inmediato enlentecía la interpretación y retornaba a su impecable estilo.

Esos años de dedicación esmerada fueron determinante en su futuro, para dar a conocer su música, sintió la necesidad de hacer algunas grabaciones en acetatos de 78 rpm, ya en 1937 ‘Pacho’ Rada en La Voz de la Patria (Barranquilla) en un improvisado estudio había grabado dos de sus canciones: ‘El botón de oro’ (son) y ‘La sabrosita’ (cumbia).

En 1947 con el cúmulo de experiencias logradas, Buitrago grabó en Disco Fuentes de Cartagena  (pionero de la industria discográfica en Colombia), acompañado de la trompeta y el clarinete de Los Trovadores de Barú, la canción ‘Las mujeres a mí no me quieren’ y ‘Compae Heliodoro’, una canción que le compuso a su amigo Heliodoro Egüis Miranda. Las grabaciones que realizó fueron determinantes para su vida artística, al propagarse la disfunción en los diferentes medios, sus éxitos llegaron y se multiplicaron, en el interior se fascinaron con ‘La víspera de año nuevo’, de Tobías Enrique Pumarejo.

En 1948, Guillermo Buitrago con Los Trovadores de Barú grabó ‘Que criterio’, de Emiliano Zuleta Baquero, hoy día conocida mundialmente como ‘La gota fría’, esta canción fue construida en tono mayor, al adaptarla a su estilo le cambió la tonalidad a menor.

Guillermo con su particular e inconfundible estilo llegaba fácilmente a pesar de su voz nasal. En sus canciones e interpretaciones incidieron varios factores: La música antioqueña que escuchaba diariamente en su casa, la orientación musical que le dio el connotado músico cienaguero Andrés Paz Barros, creador de pasillos, merengues, paseos, valses, porros, cumbias, boleros, foxtrox y danzones. Él es el autor de la ‘Cumbia cienaguera’ (1937), cuya versión original (instrumental) se llamaba ‘La cama Berrochona’, a quien Humberto Daza Granados, ‘El profesor Chamber’, le agregó unos versos picarescos. Posteriormente el guitarrista  Esteban  Montaño Polo los cambió y ‘El Pollo Vallenato’, Luis Enrique Martínez les hizo los arreglos musicales y la grabó con un acordeón de tres hileras que le facilitó Antonio Fuentes (Discos Fuentes). Fueron de gran importancia para Buitrago, las enseñanzas que recibió de María Teddy, una profesora de música que hacía parte del grupo de cubanos que llegaron a manejar el trapiche instalado en la zona antes de la gran bonanza bananera. También influyó en su estilo, la música antillana que dominaba el ambiente de la localidad en aquellos tiempos vitales para su formación musical.

Con la difusión de su música conseguía nuevos contratos, las presentaciones no le daban tiempo para descansar, esas jornadas agotadoras no lo amilanaban, su motivación era superior al agotamiento físico, siempre soñaba con llevar su música a todas partes. Las grabaciones en Discos Fuentes, sus continuas presentaciones en los diferentes medios, especialmente en Emisora Atlántico fueron decisivas. Pronto logró cautivar con su música la aceptación popular, fue tan grande que sobrepasó lo imaginable, sus canciones desplazaron la música cubana y la mexicana que prevalecía en toda la Costa Atlántica.

Sus obras musicales más populares son ‘Ron de vinola’, ‘Grito vagabundo’, ‘El huerfanito’, ‘Compae Heliodoro’, ‘La araña picúa’, ‘La piña madura’, ‘La hija de mi comadre’, ‘Las mujeres a mí no me quieren’, ‘La capuchona’, ‘La gota fría’, ‘La víspera de año nuevo’.

El poco tiempo libre que le dejaba la radio lo dedicaba a las diversas presentaciones musicales, grababa en acetatos sus canciones que distribuía en la Emisora Atlántico, en bares y en algunos lugares públicos que tenían los reproductores musicales, donde se podía escuchar ‘Los panderos de rio frío’, ‘Petra la pelúa’, ‘La Varita de caña’, etc. Él era incansable en la producción de sus ingeniosos jingles  promocionales, escribía en revistas o cancioneros que producía con esmero, sobre todo lo que se relacionaba con la música.

A pesar de que falleció a la edad de 29 años (1949) la genialidad que lo caracterizaba y la facilidad  para componer e interpretar quedó grabada en la memoria de colombianos y extranjeros. Por sus cualidades musicales y la acogida que tenía en todas partes, se le reconoce como uno de los precursores de la música vallenata. Indudablemente fue la primera estrella de la música popular colombiana, estamos en mora de hacerle el reconocimiento que se merece.

Por Ricardo Gutiérrez Gutiérrez

 

Categories: Análisis
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