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¡Buenas noticias!

“…Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (San Juan 10,10)

La experiencia cristiana se presenta, a menudo, como la asimilación de un cuerpo de conocimientos. Aprendemos sobre los filisteos, a cuánto equivale una dracma y un pocón de cosas del griego y el hebreo original. Y luego, en el fondo, aparecen los sistemas dirigidos a que arreglemos nuestros comportamientos con una larga lista de cosas que no podemos hacer; esto se nos dice, son las buenas noticias. ¿Es esto vida?

No necesitamos más cosas para hacer, ¡necesitamos vida! Y la hemos estado buscando desde que perdimos el paraíso. Tendemos a pensar en la vida en términos de eternidad, una existencia que nunca termina y que implica la continuación de nuestro ser en el Cielo. Pero, Jesús cuando habla de la vida, lo que quiere decir es experimentar una existencia que es absolutamente maravillosa y que nunca puede ser menguada, ni tampoco robada o comprada porque depende solo de su gracia y amor. Él ha expresado con claridad meridiana el propósito de su venida: ¡darnos vida y vida abundante! No dice que vino para amenazarnos a entrar por sus caminos, ni a extenuarnos con una larga lista de demandas y compromisos; sino que dice simplemente: ¡mi propósito es traerles vida en toda su plenitud!

Así las cosas, la vida eterna no sería solamente duración de vida, sino calidad de vida. Y aunque ciertamente continuaremos nuestra vida en la presencia de Dios, luego de nuestra partida de esta tierra, el enfoque aquí es en la vida misma. El apóstol Juan dice de Jesús: “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”. Las personas que son conscientes de la profunda sed de su alma, son las que, aun a costa de no mantenerse dentro del programa religioso, son capturadas por el mensaje renovador de Jesús. La gente actúa de esta manera cuando siente una profunda necesidad. Cuando la vida está en juego y la respuesta está al alcance es cuando destapamos toda nuestra desesperación.

Es posible perder completamente el significado de esto porque nuestros corazones se endurecen por la misma rigurosidad en el cumplimiento de las normas legalistas, que nos traerían vida. No matemos la sed de nuestras almas con el deber. La única esperanza de nuestras almas es acogernos voluntariamente a las promesas del Señor.

“Me mostraras la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”. Este es el mensaje para aquellos que tienen hambre y sed, para aquellos que desean la vida como fue diseñada para ser. Las buenas noticias que Jesús vino a traernos son un mensaje de paz, alivio y gozo; son noticias que hablan a nuestra confusión, duda e incertidumbre. Todos aquellos que entendieron y abrieron un espacio para Jesús en sus vidas, fueron animados, consolados y restaurados.

¿Dónde estamos ahora? En la hora actual hay desconfianza, ha desaparecido la belleza, el romance, la aventura y nosotros lo sabemos. Pocas son las personas que creen que su vida será mejor dentro de unos años. De ahí mi reflexión de hoy: Enfrentemos la vida con entusiasmo, con alegría; no somos sobrevivientes de un accidente, sino el cumplimiento de un plan perfecto concebido en el corazón de Dios.

¡Valoremos nuestra vida! el ofrecimiento de Jesús, está vigente: ¡darnos vida y vida en abundancia! ¡Disfrutémosla!

Valerio Mejía

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