Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan:
Por: Aquilino Cotes Zuleta
Mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan, me cedieron este espacio de hoy miércoles en EL PILÓN para narrar y celebrar también con nuestros lectores, un evento único en la vida de los seres humanos:
Cuando Alberto Salcedo Ramos, uno de los pocos cronistas que saben escribir en este país, me llamó para darme la noticia, salté de júbilo e iba a salir corriendo para mi casa a avisar que ya eran las Bodas de Plata.
“De todas maneras no vas a asistir, porque tienes que ponerte saco y corbata”, agregó Salcedo Ramos, y el mundo se me vino encima. Él sabe que a mí esa vestimenta no me gusta para nada.
Si no hubiera sido por la rápida reacción de Alberto, pude haber quedado patitieso ahí mismo, en plena calle 14 con carrera novena, de Valledupar, en donde dialogaba con varios amigos.
“Estamos haciendo contactos con los profesores Sigifredo Eusse y Soledad Leal para que tramen a los organizadores y autoricen vestimenta común y corriente”, explicó Salcedo. Minutos más tarde confirmó que habían echado para atrás lo de la etiqueta.
El 29 de julio pasado, me monté en un bus y partí para Barranquilla, a las Bodas de Plata. Durante las cuatro horas y media de viaje, por mi mente pasaron tantas cosas, muchos recuerdos: alegrías y penurias, dos palabras con significados tan diferentes, con dos estados tan desiguales, que para un estudiante fuera de su casa son tan parecidas y comunes, porque uno las vive cada minuto.
Llegué lleno de muchos interrogantes y me bajé en la Universidad Autónoma del Caribe, en donde 25 años atrás terminé la carrera de Comunicador Social Periodista.
Ahí, en la puerta de entrada, estaba Alberto Salcedo dialogando entrañablemente con Iván Barrios, Herney Hermidas, Luis Rodríguez y Horacio Navarro. Los cinco se abrazaban y reían a carcajadas, recordando los trabajos y los exámenes, y tantas cosas bonitas.
Pensé encontrar a un grupo de “viejitos” estudiantes y profesores bisabuelos, pero me equivoqué; en cambio, encontré (hombres y mujeres) muy ataviados y joviales, quienes muy sonoramente recordaban con agrado esos ocho semestres que pasamos juntos.
Javier Franco, muy ecuánime, estuvo siempre al lado de Marta Herrera Cantillo, Libia De La Hoz Muñoz y Nurys Rojas. Mi profesor de Metodología de Investigación, Guillermo Mejía, muy bien plantado junto a Gricelda Gómez y Marinela Mengual, se contaron de todo.
Estábamos más contentos que “cachaco” en playa; eran 25 años de no vernos, especialmente los que no vivimos en Barranquilla.
La cena llegó y todos corrimos a comer, en medio de esa alegría que nos brinda ver nuevamente a un amigo y amiga, a un compañero de estudios, 25 años después, y verlos así tan iguales. No podíamos creer que nuestras compañeras de estudios, Soraya María Linero Barraza y Belinda García, hubiesen hecho posible este reencuentro tan emotivo, como lo corroboró nuestra profesora de Sicología, Cecilia Herrera.
“Gracias a Dios por permitir que estemos juntos de nuevo”, exclamó Leonor de La Cruz, y todos festejamos cuando el profesor Jesús Correa se levantó de la mesa para asentir con un gesto nobilísimo nuestra presencia. Por momentos olvidamos que 25 años atrás ‘Chucho’ Correa era el profesor “cuchilla” en lingüística: “Quien no estudie no gana la materia”, era su sentencia.
La rectora, Silvia Patricia Gette Ponce, estuvo ahí, vivió con nosotros este maravilloso reencuentro y anunció la pronta inauguración de la Universidad en Estados Unidos y la conformación legal del equipo de fútbol, como ya los tienen las universidades de Chile y la Unam de México.
En medio de la cena irrumpió impetuosamente ‘Checo’ Acosta, nuestro compañero de estudios. Allí cantó sus canciones, bailó y con sus gestos muy peculiares nos terminó de arropar de entusiasmo. Más tarde nos invitó a “La Oficina de Checo”, un estadero de su propiedad en donde se vive a millón por segundos, por el desbordante gozo y por la extraordinaria emotividad que le impone ‘Checo’ Acosta a cada espacio, en un local al que sólo llegan personas (jóvenes y adultos) a gozar y a divertirse.
Recordar es vivir y qué bueno sería que cada colegio, cada universidad y cada familia, organizaran reuniones periódicas, aunque sea cada 25 años. Hasta la próxima semana.
tiochiro@hotmail.com