En la década de 1960, la región del Valle del Cacique Upar vivió quizás una de sus mejores épocas de emprendimiento social, apalancado en el auge de la música vallenata, con Valledupar como epicentro folclórico, gracias al gran mérito de las canciones del maestro Rafael Escalona, a los escritos de la ‘Cacica’ Consuelo Araujo Noguera y al surgimiento del movimiento político de Alfonso López Michelsen, el ‘Pollo vallenato’. Lo que hizo posible muchas realizaciones, entre otras la creación del departamento del Cesar en 1967 y en 1968 en su ciudad capital la fundación de la Corporación Club Campestre.
Alberto Ramírez, Alcides Fuentes, Antonio Fernández, Arístides López, Augusto Ramírez, Carlos García, Carlos Hernández, Carlos Manotas, Carmelo Morelli, Efrén Flores, Hugues Rodríguez, José Daza, Juan Calderón, Luis Martínez, Manuel Maestre, Miguel Gnecco, Oscar Salazar, Orlando Santiago, Orlando Velásquez, Ovidio Palmera, Pedro Cruz, Rafael Solano, Rafael Suarez, Ramón Díaz, Raúl Bermúdez, Raúl López, Sanín Murcia y Silvio cuello, los pioneros del naciente club eligieron una Junta Directiva conformada por personas dinámicas con mentalidad progresista. El médico pediatra, Alcides Fuentes, fue su primer presidente, que con enorme voluntad actuó de mano con la dirigencia empresarial, cívica y política de la ciudad, deseosas de materializar sus múltiples iniciativas.
Sin embargo, a finales de 1970, nuestra región atravesó una fuerte recesión, que la lleva a una postración deplorable, reflejada en la decadencia del Club Campestre de Valledupar, que parecía su fin, pero sería injusto no reconocer la formidable labor de Alfonso Castro, porque no claudicó al quedar solitario como presidente de la Junta Directiva del Club, y contra viento y marea lo sostuvo en estado de miseria y poco a poco fue atrayendo nuevos socios, entre ellos el médico radiólogo, Cástulo Ropaín Lobo, natural de Pivijay, Magdalena, que posteriormente fue elegido presidente del Club con una Junta Directiva diligente, competitiva y audaz, que en el año 1987 colocaron la primera piedra de su moderna sede en la parte más alta de su extenso terreno, construida en corto tiempo, durante el cual, al Club se le implementa estructura empresarial con portafolio de servicios abierto a la comunidad local, regional y nacional.
La verdad es que el Club Campestre de Valledupar, por diversos motivos, especialmente de índole económico no ha podido conservar un estándar de altísima calidad; no obstante, el pasado 5 de enero, sus actuales corporados celebramos sus bodas de oro con una solemne fiesta en su gran Salón, amenizada por los conjuntos musicales de Poncho Zuleta, Jorge Oñate, entre otros, en la cual el Club recibió valiosas condecoraciones estamentales y también otorgamos reconocimientos a varias personas muy importantes en la conservación del Club durante 50 años, y el propósito de sus corporados es mantenerlo con agradable ambiente y arquitectura atractiva, para que la sociedad vallenata festeje sus actos memorables.