Hace cuatro días expresé en redes sociales lo siguiente: el gran escollo para la paz de este país es dejar de lado el bochinche como principal conducta para enfrentar diferencias o debates. Mientras no depongamos el bochincherismo no cesarán nuestras polarizaciones y enfrentamientos intolerantes. Por tal afirmación me llovieron toda clase de comentarios y criticas, que no valen la pena reproducir.
La definición de bochinche, según el diccionario de la Real Academia es chisme o rumor. Que somos una sociedad proclive al bochinche, de eso no tengo la menor duda, nos encanta levantar juicios sobre los demás y dar crédito a todo aquello que se afirma tendenciosamente sobre algún tema, persona o acción. Quién puede negar por ejemplo que para debatir sobre un gobierno o candidato, los argumentos más usados son: es ladrón…, es borracho…, es gay…, y para ello se utiliza como medio eficaz, el pasquín y las redes sociales. En la gran mayoría de casos, todo se funda en las ganas de hacer daño o tergiversar.
Otro ejemplo usual es que para zanjar las diferencias personales con un vecino, compañero de trabajo o jefe, se acude al terreno de lo personal, al punto de levantar afirmaciones como: ese hombre o mujer es gay, es un amargado por…, es un imbécil porque…, y así sucesivamente. Eso que se expresó en un momento de rabia, se convierte en un rumor, luego se convierte en una “verdad” para hacer daño y tergiversar.
Lo efectos en uno u otro caso, es la polarización como incubadora de enemistades. Si no me creen miren estos tres ejemplos: el primer caso son las famosas guías de MinEducación, eso que inició a manera de rumor en redes, se posicionó como una verdad y terminó dividiendo al país.
El segundo ejemplo es el del gobernador de La Guajira (encargado), quien lanzó afirmaciones universales, generándose un bochinche gigantesco que produjo división en un departamento históricamente convulsionado. El tercer caso corresponde al plebiscito, donde sin conocer los textos del acuerdo se han levantado toda suerte de rumores y especulaciones, que vuelta a lo mismo, vuelven y nos polarizan.
Si queremos vivir en paz, debemos evitar crear burbujas de pensamientos que no hagan más que apoyar ciertos sesgos que desencadenan el bochinche. El problema no es nuevo, por supuesto. Aquí influye nuestra costumbre de sólo leer (y ver y oír) aquellos espacios donde sabemos que vamos a encontrar conclusiones similares a las nuestras, lo cual, en efecto, sirve para fortalecer ciertas posiciones, pero nos aísla de los debates más complejos, que surgen cuando hay diversidad en los argumentos.