Uno de los factores que afecta la renta de los agricultores y ganaderos del país, es la variación del clima. Así quedó demostrado con el fenómeno de El Niño que comenzó el pasado 5 de noviembre, el cual redujo fuertemente la productividad de los cultivos y hatos ganaderos en varias regiones del país.
Para mitigar el impacto del riesgo climático, los gobiernos suelen implementar instrumentos de ayudas como el seguro agrario y programas de compras de cartera agropecuaria o ampliación de plazos (reperfilamiento de deudas) a los productores afectados por la variación del clima. Otra herramienta menos costosa y más efectiva es la adopción de biotecnología agrícola.
El reciente informe del Servicio para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), muestra que los agricultores de 70 países -de los cuales 21 de países en vía de desarrollo-, adoptaron cultivos genéticamente modificados con el fin de enfrentar las largas sequias y lograr mayor resistencia a las plagas que afectan los rendimientos y altos costos de sus cultivos.
Con esta biotecnología agrícola, se está garantizando la seguridad alimentaria, reduciendo el hambre y la desnutrición que está alcanzando cifras alarmantes en el mundo. Un informe de la Naciones Unidas, revela que en año 2017, la crisis alimentaria global afectó a 108 millones de personas en 48 países.
Para enfrentar estos desafíos del cambio climático, el hambre y la desnutrición, los cultivos biotecnológicos son la herramienta más efectiva y económica. El año pasado, se sembraron 191.7 millones de hectáreas a nivel mundial entre cultivos de algodón, maíz, caña de azúcar, soja, remolacha, papa y alfalfa entre otros.
Estas variedades genéticamente mejoradas, permiten por ejemplo que cultivos como la caña de azúcar, algodón y la soya, sean resistente a insectos y tolerantes a la sequía. Países como Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá e India, tienen tasas de adopción del 100%, lo que indica que a los agricultores les va mejor con esta biotecnología que con las variedades convencionales.
El impacto en la productividad y rentabilidad de los agronegocios es bastante significativo. Para citar algunos ejemplos. Mientras una semilla convencional de maíz en el Meta tiene un margen operativo bruto de $463.000 por hectárea, con la variedad transgénica es de $1.127.000, lo que significa un premio del 147% en margen operativo y del 15% en productividad. En algodón, el premio en margen operativo bruto en Córdoba, es del 1.174% y la productividad del 31% por encima del convencional.
En Soya, los brasileros tienen un margen operativo del 134% y una productividad por encima de 15%, frente a los cultivos en el Meta.
Sin duda alguna, esta sería una gran alternativa para adoptar en Colombia, sobre todo en la región Caribe y los Llanos Orientales, donde las plagas y los largos periodos de sequía están afectando gravemente los cultivos y las rentas de los agricultores. Y de paso, echarle una manito al ICA, Agrosavia y a la ADR, a ver si avanzamos en control fitosanitario, biotecnología y sistemas de riego en el país.
En el tintero. Preocupante los indicadores del sector agropecuario (PIB, exportaciones, empleo, superficie y productividad) que publicó el Dane. Todos cayeron respecto al primer semestre del 2018.