Trataré de comunicar algunas observaciones, sobre la autóctona participación subregional, formada por los departamentos del Cesar y La Guajira, en una mas amplia, integrada por los otros departamentos de la costa Caribe.
Aquella, se remonta a las provincias de Valledupar y de Padilla, más su espléndido desarrollo socioeconómico sí que es de tiempo reciente. Sin embargo, su pujanza debería avenirse mejor con los restantes departamentos de la costa Caribe. Tal vez, sólo ahora, a partir del año 2017, contamos con una entidad que organice y gestione su desarrollo de manera integral.
Me refiero, al organismo administrativo conocido con el nombre de Región Administrativa y de Planeación Caribe (RAP ), del que, para dirigirlo, ha sido nombrado, por el Gobierno nacional, con mucho acierto, como nuevo director, el Dr. Amylkar Acosta Medina, nuestro paisano, relevante, exministro de Estado. Lo que es una magnífica noticia.
Esperemos, que, en primer lugar, rescatemos la Represa del río Ranchería, indispensable a una parte del campo, y a varios acueductos municipales, de La Guajira; la cual ha de beneficiar, también, al Cesar, por los estrechos vínculos que existen entre estos dos departamentos hermanos, como es mi costumbre llamarlos. Esta entidad administrativa es la adecuada para mover toda la potencialidad de los recursos materiales y humanos de la costa Caribe.
De entrada, y en cuanto a nuestra contribución subregional a aquellos propósitos, tal organismo puede contar con la estratégica ciudad de Valledupar y su comarca. Ya es cosmopolita y rica, sobre todo en bienes materiales, y más adelante diré lo que considero le falta, de bienes intelectuales. Su construcción urbanística es esmerada y transcurre, sin pausa, a través de sus ya distantes cuatro puntos cardinales, y pronto dará un salto de garrocha hacia el otro lado del puente Hurtado, donde hay construcciones significativas, estimuladas por la bella carretera Valledupar–San Juan del Cesar. Cuenta, además, con un comercio abundante, asentado sobre estructuras físicas modernas, y, entre las industrias, cómo no nombrar, en primer sitio, la de la construcción?
Pero echamos de menos las oportunidades culturales distintas a las convencionales, conocidas, estudios primarios, secundarios y universitarios. Hace mucha falta los espacios académicos especializados, propios para impartir conocimientos superiores y contrastarlos, que estimulen el libre examen intelectual de cuestiones políticas, ideológicas, económicas, del campo y la ciudad, deportivas, ambientales, literarias, teatrales, artísticas, desde luego, filosóficas, etc, etc.
Asuntos que se podrían abordar en salas a propósito, presididas por relatores ilustrados y compartidos por las personas interesadas. Finalmente, para redondear mis observaciones, de lo que considero como aporte, y faltante, de la población de la subregión Cesar–La Guajira, dentro del marco de la RAP, escribo lo siguiente.
Es cosa buena la notoria religiosidad, aunque quizá sea sólo ritual, y cosa buena y urgente, aspirar a que haya tantas salas de estudio y discusión, de tipo intelectual, cuántos templos religiosos sean, con el fin de superar el déficit cultural. Desde los montes de Pueblo Bello.
Por Rodrigo López Barros rodrigolopezbarros@hotmail.com