Atrás quedaron decepciones, quimeras, nostalgia por partida de seres queridos, frustradas esperanzas y toda una gama de sentimientos encontrados que, con la cicatrización sentimental del paso del tiempo, las cabañuelas de los primeros días del año y las oportunidades democráticas que aparecen en el calendario 2022, esperamos se vayan reacomodando. De no ser así, al final del año no tendrá sentido seguir doliéndonos por lo mismo.
El panorama económico por cuenta de las decisiones de la gran política productiva y financiera del Estado es desolador, las cifras se pueden revisar en cualquier portal con el riesgo de confundirnos con las del bolivariano país de al lado, cuyas caricaturescas autoridades han sido satanizadas por las nuestras y sus bodegas de seguidores, como le dicen ahora a los tan ofensivos como obtusos alfiles en las redes sociales, más como estrategia politiquera frente a la realidad de un cambio político con repercusiones en el inequitativo modelo económico, que a la desprevenida preocupación por mera sensibilidad humanitaria ante las dificultades del vecino.
La ventaja de ahora es que se les acabó el tiempo y los aciagos vaticinios que, como brujas de pueblo o pitonisas a sueldo, profetizaban ante un potencial gobierno distinto, se volvieron realidad en el más conservador de los regímenes, cuya razón de ser hace mucho tiempo dejó de serlo, al desfigurar la implementación de efectivas políticas públicas, en el más descarado, fantoche e impune saqueo, cuya única meta cierta es el enriquecimiento de unos pocos, los cuales además de una muy bien elaborada doble moral, padecen un neurótico-obsesivo complejo intolerante, que sólo alcanza a mitigarlo la sangre de víctimas sin esperanzas, a las que en vida les expropiaron sus oportunidades.
Todo en un perverso entrampado, construido desde la sicología social, en el que participan pusilánimes personalidades como representantes de un colectivo cobarde y conformista, cansado y sin esperanzas, pero por fortuna ahora en condiciones de reaccionar contra el statu quo político, el cual estúpidamente y por intereses económicos relega la inteligencia a puestos secundarios de la democracia. Hoy se sienten renovadores vientos que valoran el conocimiento, el talento y la disciplina, como bases inequívocas de la expectativa electoral. Esta es la razón del terror de algunos.
Lo mejor de todo es que la opción democrática alcanzó todos los niveles, así desde el establecimiento y sus tentáculos hagan lo propio para mantener secuestrado el favor popular. Por eso en estos días vendrá la danza de los millones, la presión del clientelismo, incluso las, ahora renovadas, amenazas de fusiles y organismos de control del Estado que en tiempos de elecciones fungen casi igual. Esta vez nada impedirá la debacle de una decadente dirigencia política, que oportunamente se negó a convertir el alivio de las necesidades básicas del pueblo que los elige en su razón de ser. El noble ejercicio de la política se transfiguró solo a un negocio, a veces vulgar.
Las condiciones están dadas, no hay excusas para seguir genuflexos ante un sistema fallido en su inspiración original, nuestra responsabilidad como sociedad nos obliga a explorar nuevos caminos e interiorizar particularmente nuestro rol participativo como constituyente primario. Entonces no nos debe dar miedo hacer uso de la participación ciudadana a la que tenemos derecho. Los funcionarios y servidores públicos son sujetos de críticas y no reyezuelos intocables. Votemos por nosotros mismos. Bienvenido 2022. Fuerte abrazo. –
Por ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN