La paz total se construye con actores en guerra, que desbordan la ley y la constitución, inmersos en delitos políticos de rebelión, sedición y asonada, sin acepción de parapolíticos y grupos armados ilegales como el ELN, las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo. No sabemos si los corruptos, deslumbrados por los recursos de la paz (OCAD-Paz), hasta ahora la mejor chequera, entren en la misma bolsa.
La paz no se construye con honestos, probos, íntegros e incorruptibles, honrados, insobornables e intachables, irreprochables, rectos y justos, difícil de encontrar en una época en que no está quedando segmento de la sociedad que no esté implicada en la corrupción, donde la impunidad es su mejor aliado. No faltan recursos, sobran ladrones: Quino.
Jesús no hizo acepción de personas, ni siquiera excluyó a la Cosa Nostra de la época (Organización criminal del tipo mafia terrorista), porque vino a salvar lo que se había perdido. Lucas: 19:10, y hasta posó en casa de Zaqueo, jefe de los publicanos, encargados de recaudar los impuestos por designación de Roma, despreciados a raíz sus prácticas extorsivas por sus mismos compatriotas judíos.
Sin embargo, Zaqueo se arrepintió y puso a disposición de los pobres su fortuna cuadruplicada, para resarcir cualquier engaño, gesto que agradó al Señor, a pesar de la extrañeza y murmuración de los impíos, quienes sorprendidos exclamaron: ¡El hijo de Dios vino a posar con un pecador! El creador de la vida lejos de atender rumores que no edifican, replicó: ¡Hoy ha venido la salvación a este hogar!
Bien que se padece y mal que se disfruta, es la ecuación de los apocalípticos que predicen catástrofes, pero aquellos que te desean lo peor, tienen que soportar que le ocurra lo mejor al presidente Gustavo Petro, de la mano de un proceso que requiere de salidas inteligentes para hacer de Colombia una potencia de vida, puntadas que se dan alrededor de temas estructurales a discutir en la Cumbre de Naciones Unidas en Nueva York este 18 de septiembre, escenario en el que hablará el presidente de Estados Unidos Joe Biden.
Con la determinación de hacer respetar la soberanía nacional, el presidente Petro ha planteado cambios en la política exterior, como frenar la extradición de los nacionales que negocien en Colombia y no reincidan en la nefasta empresa del narcotráfico, conforme descriminalizar un accionar tenebroso y cruel.
“No estamos viviendo una época de cambio, sino un cambio de época”, retruécano de la autoría del estudioso, pensador, investigador y conferencista internacional brasileño, José de Souza Silva, citado por el presidente de la Cámara, Davíd Racero.
Advierte que es difícil encontrar soluciones cuando la forma de pensar también está en crisis, y que para realizar cambios profundos en nuestra sociedad, es necesario empezar a cambiar nuestra forma de pensar, que nos permita generar nuestras propias soluciones.
Un cambio de época signada por caos, corrupción, crisis, pobreza, desigualdad, conflictos, guerra de desinformación, cambio climático, terrorismo, desgaste de la democracia, racismo, extremismo, desamor, intolerancia, desconocimiento de la ciencia, pérdida de derechos humanos y de valores, etc., características que son comunes en el mundo y Latinoamérica, cuyos reflectores deben estar en una justicia restaurativa, conciliadora y preventiva, avalada por la Federación de Jueces y Fiscales, se erige como el gran desafío.
Otras puntadas giran en torno a la apertura de la frontera terrestre colombo-venezolana, cuyo cierre en 7 años derivó en la pérdida de más de 5 mil empleos y 7 mil millones de dólares, panorama que se entra a recomponer dentro de un clima de entendimiento entre ambos países, que ya tienen embajadores en funciones, Armando Benedetti, por Colombia y Félix Placencia, por Venezuela, y diseñan políticas estratégicas bajo el liderazgo de la era Petro-Maduro, con miras a retomar las relaciones diplomáticas, económicas, comerciales, sociales, migratorias, judiciales, culturales y de seguridad entre las dos naciones, fracturadas en el gobierno Duque, tras reconocer como presidente a Juan Guaidó.
Además, se diseña un Plan Nacional de Desarrollo que ha de consultar las reales necesidades socioeconómicas de las regiones para no dar palos de ciego en las inversiones, en sintonía con una reforma tributaria que han comenzado a desdibujar algunos gremios, con el sofisma de afectar más a los pobres que a los ricos, con reproches a la intención de recaudar $25 billones de pesos, en razón a que desbarataría el empleo y las empresas.
Bruce Mac Master, presidente de la Andi, ha expresado que la mejor reforma tributaria es producir y generar empleo, justo a ello le apuesta el nuevo gobierno ampliando la frontera agrícola, retomando el mercado de Venezuela, verbigracia de abrir otros horizontes de exportación, hasta comprar acciones en Monómeros, en otrora empresa colombo-venezolana, con la intención de abaratar costos de fertilizantes y demás insumos básicos en agricultura, renglón a reactivar junto a otras decisiones no de menos importancia en la prosperidad de una república lacerada por el conflicto armado (masacres y falsos positivos), colapso de la salud y la educación, desaceleración de la economía, lapidación del ecosistema, economía extractiva y degradación del tejido social.