Por Jorge Eduardo Ávila
Definitivamente extrañamos la Avianca con mayúscula. Lamento mucho escribir este texto, pero creo tener los suficientes argumentos para dedicar esta columna a los cambios que viene sufriendo la empresa.
Me cuentan que la aerolínea insignia de Colombia ya no tiene propietarios nacionales. De todas maneras, cuando Avianca pertenecía a Germán Efromovich, ya no era propiedad de colombianos. Los nuevos propietarios han decidido reenfocar la empresa y, según ellos, hacerla más accesible para la gente. Por eso, Avianca ahora se escribe avianca, enviando un mensaje de igualdad, de horizontalidad en sus relaciones. Hasta aquí todo está bien, inclusive, leyendo esto, uno se emociona pensando que esa mayor accesibilidad vendría necesariamente acompañada de unas tarifas inferiores, para cumplir con esa meta. Pero no. Lo que hemos visto recientemente es que la empresa ha implementado manejos de las aerolíneas de bajo costo (low cost), en todo, menos en las tarifas. Ahora, desde la compra de los tiquetes, se factura cada ítem: el tiquete como tal, las maletas, el tipo de silla —teniendo en cuenta el espacio entre ellas—, es una locura. Pero, además, en los recientes vuelos que tuve de Bogotá a Sao Paulo, ida y regreso, vuelos de 6 horas, si uno quiere comer debe pagar la comida adicionalmente. Es increíble, uno se siente como en un bus más que en un avión.
Ya el avión no cuenta con pantallas para ver películas, ni de aquellas de techo que se desplegaban hacia abajo, ni las que estaban ubicadas frente a cada pasajero dentro de la estructura del espaldar de la silla delantera. Uno depende de su celular para poder ver algo y si el viajero de adelante reclina la silla -en aquellas en las que se puede porque después del área Plus no se pueden reclinar-, uno queda con la pantalla del celular incorporada en la nariz. Patético.
Hablando con la tripulación, durante mi vuelo de regreso a Bogotá, al preguntarles si la gente no estaba molesta con los cambios, nos contestan con timidez varias cosas: que al principio sí pero que ya los pasajeros se acostumbraron al nuevo modelo, que de todas maneras hay viajeros que, como yo, todavía les ponen el tema con molestia, pero respetuosamente y que también los hay groseros, que los acusan de decisiones en las que ellos no tienen responsabilidad alguna.
Formulando más preguntas me encuentro con 2 perlas adicionales: han reducido el número de integrantes de la tripulación, le han recortado al personal las sillas de descanso y, perciben que, con estos cambios y un trato inadecuado, los quieren aburrir para dar por terminada su relación laboral y así tener vía libre para contratar nuevas personas en condiciones mucho menos ventajosas.
El espacio entre las sillas es muy pequeño, personas de más de 1.75 m de estatura padecerán los vuelos que tomen. Si no se adquieren las sillas que reclinan el viaje es una absoluta pesadilla. Pero ¿saben por qué el espacio se redujo? Porque la empresa incorporó 30 nuevas sillas en esos aviones, es decir, 5 filas de 6 sillas adicionales. Ahora los vuelos van con más pasajeros, lo que afecta el espacio, hay menos tripulación afectando el servicio, y por eso, quienes hemos usado los aviones de avianca recientemente, vemos cómo siempre ahora le piden a los pasajeros poner morrales debajo de las sillas —achicando el espacio— porque hay equipaje de 30 personas más que deben caber en el mismo avión. A veces hasta invitan a que uno documente por carga maletas y morrales porque el espacio en el avión ya no es suficiente. El colmo.
Todo esto termina con lo siguiente: las aerolíneas de bajo costo nacieron para cambiar las tarifas, para rebajarlas. Eso es lo único que esta nueva versión de Avianca no ha hecho. Las tarifas no sólo no bajan, sino que actualmente recibimos menos por lo mismo o por pagar más.
Señores de Avianca, no sigan afectando la empresa, se la están llevando entre las patas y eso nos duele. Los invitamos a revisar este nuevo modelo de negocio y a hacer los ajustes necesarios cuanto antes. De lo contrario les auguro poco éxito y esto va a terminar muy mal.