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¿Autoatentado?

Una democracia consiste en que nadie muera por sus ideales, advirtió el candidato presidencial Gustavo Petro, tras rechazar el atentado contra  el presidente Iván Duque Márquez, sistema político que se raja en Colombia por la barbarie de la guerra, traducida en masacres y muertes sistemáticas de líderes sociales, esto sumado a la desconfianza en las instituciones, al punto  de que para algunos el atentado al Jefe de Estado siembra dudas, mientras que para otros el mismo suceso representa una cortina de humo para subir la imagen del gobernante de marras, con una desaprobación a su gestión del 74 %, de acuerdo a la más reciente encuesta realizada por Datexco.

Cuente muertes, cuente bajas, fue doctrina de la guerra de Vietnam que perdió Estados Unidos, barbarie que desmoralizó al ejército Norteamericano, producto de sus atrocidades, hecho equiparable con los falsos positivos en Colombia, tras la nefasta política de Estado que consistió en otorgar estímulos a las fuerzas militares a cambio del asesinato de civiles no beligerantes, presentados como bajas en combates, episodio vergonzoso que investiga la Jurisdicción Especial para La Paz (JEP).

El equilibrio entre el deber ser, hacer y tener,  razón ética de Kant, es minusvalorado por el extremismo que polariza a un país y concibe la nefasta idea de que no importa el medio con tal de lograr el fin, porque siempre han existido razones para justificar el mal: el que roba manifiesta su necesidad y el que mata alega su defensa.

Y no es para menos tanta desconfianza, así se señale de ruin,  miserables o canallas, a quienes ponen en  tela de juicio el atentado presidencial, pero razones hay de sobra para despertar sospecha en un mundo regido por la inversión de valores y arrastrado por la corrupción.

Sobradas razones para desconfiar de la ñeñe política y de investigaciones que quedan en los anaqueles del olvido, maquinación de la que no escapa ningún sector, incluido el deporte con dudosos arbitrajes, la fuerza pública o la misma justicia, desacreditada por el cártel de la Toga y el vencimiento de términos, o la salud por el cártel de los locos y la hemofilia, etc.

Sin embargo, no todo está perdido, para aseverar que nadie cree en nadie -sería el principio del fin-, cuando hay mucho por hacer, comenzando por creer en los demás y ayudarlos a creer en ellos mismos.

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Miguel Aroca Yepez: