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Atrevámonos a soñar

“El hombre hace muchos proyectos, pero solo se cumple al plan de Yahvé”. Proverbios 19,21 (NBJ)

Mi invitación para hoy es, que nos atrevamos a soñar. Atrevamos a soñar sueños grandes, del tamaño de Dios. La brecha entre aquello que anhelamos y soñamos siempre está ahí, eso mismo nos mantiene dependientes de la habilidad de Dios para solucionar los imposibles, mientras nosotros seguimos trabajando en solucionar lo posible.

Estoy pensando en aquellos cuya llama de entusiasmo sobre el futuro está apagada. En aquellos que se han dejado llevar por el pesimismo y la incertidumbre de lo porvenir. Es hora de empezar a soñar cosas grandes y pedir a Dios que ponga sueños que sean dignos de su gran amor y poder. Es hora de hablar acerca de las cosas imposibles. De traer a la realidad aquello que hemos soñado por tiempos. De remover de nuestro corazón todo aquello que pueda impedir la manifestación de lo verdadero. De Poner los ojos en lo que no se ve, por encima de lo que se ve.

Queridos amigos: Puede ser que, en el pasado hayamos tomado caminos equivocados; pero no debemos permitir que los sufrimientos, decepciones y equivocaciones del pasado, inmovilicen o definan el futuro. Si estamos cargados con la desilusión, nuestro círculo de influencia se reducirá. Es necesario remover todas las cosas que nos inquietan; pedir perdón, buscar consejo o encontrarnos a solas con el Padre celestial y pedirle que sane el quebranto y la decepción. ¡Dios es fiel! Cuando abrimos nuestro corazón, Dios endereza nuestros pasos.

La mayoría de los sueños se fundan en una creencia, crecen como un pensamiento que se convierte en un sentimiento y se traduce en una acción. De ahí la importancia de traer a primer plano lo que está en el corazón, de traer a la realidad lo que hasta ahora reposa solamente en la quietud de mi ser interior.

Estudié la historia de Walt Disney, el creador de Disneylandia, quien murió antes de ver realizado su sueño de llevar a cabo la monumental obra de diversión y recreación familiar.

Como planeador de sueños, proyectó su imaginación hacia el futuro y vio en su mente y corazón lo que ocurre en la actualidad. Habló sobre el proyecto, lo dibujó, lo presentó y lo creyó con cada célula de su cuerpo. Pero su legado más importante fue que, lo que estaba en su corazón pudo completarse y llevarse al siguiente nivel, aunque él ya no estuviera para verlo y disfrutarlo. ¡El resultado final, nosotros lo vemos hoy!

¡Atrevámonos a soñar! Las más grandes obras para la humanidad están por realizarse. No nos avergoncemos de soñar más allá de nuestras capacidades y limitaciones. ¡Esforcémonos en hacer todo aquello que desea nuestro corazón…! Recordemos: Si es un sueño grande, del tamaño de Dios, Él hará su parte. ¡A soñar!

Con mis oraciones por el cumplimiento de tus sueños, un abrazo en Cristo.

Por Valeria Mejía

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