Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan
Por Aquilino Cotes Zuleta
El 20 de abril pasado unos desalmados criminales cometieron un acto terrorista contra la radiodifusora La Voz del Cañaguate, en los transmisores de la prestigiosa emisora que funciona en Valledupar.
Los terroristas irrumpieron a los transmisores en horas de la noche y luego de intimidar y amordazar a los trabajadores desmantelaron los transmisores para hurtarse el cobre de los equipos, según las autoridades.
Su propietario Aníbal Martínez Zuleta, hombre de letras y escritor consumado, y la gerente Ruth de Marulanda más que un grito de rabia, hoy revelan impotencia ante un hecho cobarde, abominable y crudo, contra un medio de comunicación que dista de ser una entidad lucrativa y onerosa.
Pero los terroristas no solo han acallado este medio masivo de comunicación sino que silenciaron a más de una veintena de periodistas orientadores e informadores de las comunidades.
Sería absurdo pensar que el acto terrorista haya sido planeado o dirigido por algún grupo o por alguna persona de nuestra sociedad (hoy moribunda, según el Sociólogo francés Alain Touraine).
Me quedo más con la hipótesis del hurto, pero aunque me cuesta creerlo invito a las autoridades que investiguen el hecho hasta sus últimas consecuencias. Que no desechen ninguna pista por insignificante que parezca para llegar al fondo del terrible acto. Porque hoy es contra La Voz del Cañaguate, como ayer fue contra El Espectador, y mañana podría ser contra El Pilón, Radio Guatapurí, Vanguardia Liberal, Olímpica o Maravilla Stereo y demás medios asentados en la región.
No es el valor comercial del cobre hurtado el que se discute, queda sobre la mesa la cruel maniobra terrorista para frenar la capacidad de un medio masivo de comunicación que propende (como debe ser) por la armonía, por la información, por la tranquilidad y por lo justo, por la imparcialidad y la equidad, por el disentir como debe ser.
Pero por estos días también se han cometido tres actos oprobiosos contra el gremio de los periodistas de Valledupar, a manos de tres columnistas de EL PILON: José Gregorio Guerrero, Jacobo Solano Cerchiario y Alberto Herazo Palmera.
A través de sus columnas han manifestado una andanada de improperios, calumnias y acusaciones injuriosas hasta expresar que: “…el periodismo en esta tierra es visto como un oficio de segunda…”.
Se ensañaron contra el gremio de los comunicadores sociales de Valledupar (del cual yo hago parte a mucho honor y orgullo) para despotricar contra el gremio, solo porque uno de los periodistas (J.J. Daza) criticó una inocuo exposición de fotografías y una revista llevada a Miami (Estados Unidos) por el señor Jacobo Solano, que hasta el momento solo Dios sabrá cómo fueron financiados.
Más adelante, en su columna el señor José Gregorio Guerrero afirma que “…Escuché a pocos periodistas de esos que opinan cuando les suenan sus ruidosas tripas, ellos solo saben desinformar a la audiencia no pensante…”.
Guerrero alardea de tener personalidad; claro que sí la debe tener, pero sale a enlodarle el rostro a un gremio que cada día pone una cuota de su vida en este juego tan inverosímil de una democracia que ya no la podemos definir como tal y lo pone como carne de cañón a merced de los terroristas. Igual acontece con el columnista Herazo que de un momento a otro descuida su entorno para direccionar su rasero contra el gremio.
Lo cierto es que los tres columnistas están apartados de la realidad, porque sus temerarias acusaciones en vez de hacerle daño al gremio lo que ha provocado es que los receptores se mantengan en defensa para manifestar su contrariedad ante los hechos.
Pareciera lo mismo atentar con hurto, bombas o bala a un medio o a un gremio de periodistas solo por no tener la capacidad de aceptar las críticas de un Comunicador Social, que cometer un acto terrorista como el que se cometió contra La Voz del Cañaguate. Zapatero a tu zapato.
Hasta la próxima semana y a gozar el Festival.
tíochiro@hotmail.com