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Atentado de Charlie Hebdo, un reflejo de la intolerancia en su máximo esplendor

María Paula Quintero Olmos

El atentado terrorista ocurrido el pasado 7 de enero en las instalaciones de la sede de la revista francesa Charlie Hebdo es un claro ejemplo del proceso de desencuentro que se ha venido produciendo entre el Islam y el Occidentalismo, animado por un alto grado de intolerancia, fanatismo mutuo y arrogancia extrema. Esto ha desencadenado en Francia múltiples hechos de discriminación racial contra los musulmanes, pero sobretodo ha puesto a los franceses musulmanes pacíficos entre la espada y la pared, sin saber si pertenecen verdaderamente a la sociedad donde habitan; lo cual resulta fatal para un país donde uno de los principales principios es la fraternidad.
Es necesario dejar claro y subrayado en grande, que los miembros de Charlie Hebdo fueron víctimas de un atentado terrorista que debe ser condenado y repudiado por toda la humanidad, pues está basado en un fanatismo religioso extremo cuya causa, por cualquiera que sea, resulta injustificable.
No obstante, dejado lo anterior por sentado, es importante reflexionar sobre la situación que dio origen a que Francia fuera escenario de tales brotes de terrorismo y de sentimientos racistas antimusulmanes.
La República de Francia se reconoce como una nación laica, donde reinan los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, en la práctica no ha logrado ser una nación en donde sus habitantes se consideren entre sí mismos de manera igualitaria y fraterna. Esto se podría explicar en parte por su carácter multicultural, pero sobretodo cabe preguntarse si no habría un posible exceso de libertad por parte de la sociedad misma; lo cual podría provenir de la revolución francesa (1789), donde los franceses se juraron no volver a someterse a ningún régimen autoritario. Los gobiernos franceses han tratado de implementar medidas que conlleven a los ciudadanos a tratarse por igual: un claro ejemplo de esto es la Ley que prohíbe el burqa (velo que se ponen las mujeres musulmanas) en sitios públicos del país. Sin embargo, persiste un principio cultural arraigado en las entrañas de los franceses según el cual nada podría interponerse por encima de la libertad.
Esto podría explicar la razón por la cual, si bien los periodistas de Charlie Hebdo no gozaban de un gran respaldo por parte de los demás medios de comunicación o autoridades oficiales por considerar sus caricaturas un poco pasadas de raya, la sociedad en su conjunto fue incapaz de censurar y ponerles un límite en cuanto al gran irrespeto que reflejaban sus dibujos hacía otros compatriotas franceses- como sí hubiera ocurrido sin lugar a dudas en la sociedad estadunidense-.

La Declaración Francesa de los Derechos Humanos de 1789, proclama la libertad de expresión “como uno de los derechos más preciados del Hombre” pero también afirma claramente que todo ciudadano puede “hablar, escribir, imprimir libremente, salvo que corresponda a un abuso de esta libertad”. Por tal razón, es necesario resaltar que este derecho debe ser utilizado de manera responsable y no puede ser una excusa para burlarse continuamente de las creencias de otros que piensan diferente a uno, y cuyas creencias u opiniones son igual de respetables.

Ahora bien, volviendo al atentado del 7 de enero, esto no es resultado únicamente de la sociedad francesa, aunque en ésta se mezclaron los ingredientes perfectos para que culminaran dichos hechos. En efecto si uno analiza la situación desde un punto de vista más global, el atentado contra la sede de Charlie Hebdo no tuvo su verdadero origen en los dibujos de sus miembros, esto fue sólo un pretexto para que los fanáticos religiosos siguieran la lucha que han venido teniendo contra el Occidentalismo, cuyas causas primarias, no lo olvidemos, provienen del apoyo que Estados Unidos le brindó en su momento al radicalismo islámico y de la política que este país y sus aliados han venido desplegando en el Oriente Medio desde la segunda guerra mundial.

Así las cosas, es importante resaltar que tanto por un lado como por el otro existe una clara intolerancia hacia aquel que es diferente, aquel que no comparte las mismas creencias e intereses. Esto es una constante que se repite en todo ser humano, y que por cierto, se ve latente en nuestro país.
Por lo tanto, es importante que reflexionemos sobre las consecuencias y la necesidad de persistir en la intolerancia; pues al igual que el enfrentamiento entre el Islam y el Occidentalismo, el conflicto armado colombiano no terminará si nos resistimos a dejar de lado esa constante intolerancia.

Perfil
María Paula Quintero Olmos es vallenata, ciudadana francesa; estudió en el Colegio Liceo Internacional de París; Maestría en Derecho internacional de Panthéon Assas- París II y Maestría en Desarrollo y Postconflicto del Instituto de Altos Estudios Humanitarios de Francia.

Por María Paula Quintero Olmos / Especial EL PILÓN

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