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Atención con la educación ambiental

Está claro y demostrado que existen tres grandes temas que hacen parte de las preocupaciones del mundo actual: la pobreza, la violencia y el medio ambiente; no solo desde la reflexión de teóricos, humanista, políticos, entre otros, sino también desde las agendas internacionales que los han posicionado como prioridades básicas. En este sentido las preguntas que hoy se plantean los ciudadanos del país, no son distintas de las que en estos momentos recorren el mundo y no tendría por qué ser de otra manera.

No solo se ha globalizado la economía, también ha ocurrido lo mismo con gran parte de los problemas socioculturales: crisis ambiental, empobrecimiento de las poblaciones y crisis de valores entre otros son asuntos de las agendas centrales de los países pobres y ricos.

La solución de los gravísimos problemas que afrontamos o al menos la posibilidad de contribuir en buenas medida a ella, debe partir de la necesidad de consolidar un espacio de reflexión y acción permanentes, para un nuevo ethos (costumbres o conducta) y una nueva cultura, espacio en el cual la educación tendría que ser reconocida y valorada como la estrategia fundamental de cambio. Podría posicionarse entonces, la educación ambiental como un discurso crítico de la cultura y de la educación convencional, y como posibilitadora de transformaciones profundas de la realidad ambiental nacional.

La mención de un nuevo ciudadano o un cambio de cultura no significan una ruptura radical con el pasado. Es urgente darle nueva vida a valores fundamentales en el contexto de una cosmovisión secular, para iniciar el camino de una reinversión colectiva de las formas de leer la realidad, de participar, de hacer la gestión, de organizar la planeación, de ejecutar las diversas actividades del desarrollo del país.

El logro de estos objetivos está estrechamente relacionado con nuestra capacidad de movilización colectiva de asumir la responsabilidad de la ciudadanía, de participar en la búsqueda de consensos para nuestras acciones y proyecciones, de desarrollar actitudes flexibles y presentar una gran disposición para aprender. La participación aquí debe ser entendida como un proceso pedagógico, que permitan no solo la comprensión de la democracia si no la construcción de estrategias que la hagan viable y que posibiliten la convivencia armónica de los diferentes grupos sociales.

La participación abre caminos que deberán ser construidos colectivamente desde la familia, la escuela, el trabajo, la calle, el barrio y el estado. En este contexto la educación ambiental es una invitación a reinventar el papel de padres, maestros, alumnos, trabajadores, vecinos y funcionarios.

Por Hernán Maestre Martínez-Especializado en gestión ambiental

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