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Asuntos de soberanía

Desde mi cocina


Por Silvia Betancourt Alliegro

“Es importante para nuestra nación cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales, una nación vulnerable, y por eso cuando hablamos de agricultura norteamericana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional”. George Bush

En abril 29 de 2003, se hizo un debate en la Comisión V del Senado, en el que el senador Jorge Enrique Robledo denunció que el ALCA había dado sus primeros pasos con la ‘apertura económica neoliberal’ que arrancó con César Gaviria, continuó con Ernesto Samper, y a Álvaro Uribe le correspondería sellar el pacto.

Lo que aterra es lo que pronosticó el Senador Robledo en su debate, en el caso del agro: “tendremos un cambio fundamental, llevando los aranceles a cero antes del año 2015 – una vez más para ellos el tiempo se maneja de otra forma, y siembran a futuro: Diez (10) años para sumirnos en la miseria y la esclavitud-.

Y dictó una cátedra sobre el movimiento de los aranceles: “Recordemos que un arancel es un impuesto a la importación. Si para un producto es de 50%, quiere decir que a cada 100 dólares importados se les tendrá que sumar 50 del impuesto. Luego esa importación no vale ya 100, sino 150. En otros términos, tendrá un nivel de protección de 50%.

“De los aranceles depende en últimas que un país se inunde o no de productos importados, según el nivel en que se fijen los costos internos…, y la principal decisión del ALCA en lo que guarda relación con el sector agropecuario, es imponernos el arancel cero de aquí al año 2015, en un proceso de degradación que empezó en el 2003” (Rememorar, ¿empezó?)

Estados Unidos está decidido a convertirse en el proveedor único para todos los países del continente, primero en lo principal: los alimentos, y léase que con eso nos tendrá a su merced. Así los que produzcan determinado producto sean países relativamente grandes como Méjico o Brasil, con el TLC estarán atados de cuerpo y alma, y cada negocio se hará bajo las órdenes de lo que a ellos, los Estados Unidos,  les convenga. Podría Colombia terminar inundada por el café del Brasil, y también la carne (es el segundo exportador del mundo).

Los productos colombianos como el cerdo, pollo, leche entera, trigo, cebada, maíz amarillo, arroz, soya, sorgo, aceite de palma, aceite de soya, azúcar, café, están generando empleo y divisas porque los niveles arancelarios han sido buenos: fluctuando entre el 76 y el 98 por ciento. Cuando el ALCA los lleve a cero desaparecerán, y con ellos los miles de empleos que generan.

Es que se puede explicar simplemente: los productores del campo en los Estados Unidos están subsidiados y protegidos, porque saben de las terribles consecuencias para una nación cuando se ve obligada a aceptar que su despensa sea surtida por otra, que en alguna ocasión puede convertirse en su enemiga.

Para redondear este ensayo, cito de nuevo al Senador Robledo: “Los protagonistas del ALCA también ocultan que importar toda la comida significa que el país pierde la seguridad alimentaria. Con este término hago referencia a la capacidad que ha de tener un país para producir su propia comida dentro del territorio nacional, porque se nos quiere hacer creer que no importa dónde se produzca mientras tengamos con qué comprarla en el exterior. Pero resulta que ese criterio desconoce el riesgo al que se ve sometida una nación que se vea forzada a importar toda la alimentación de su pueblo. Es un asunto de soberanía”. Que conste que han transcurrido siete (7 años), verifiquemos qué se ha cumplido.

La esperanza se asoma esparcida en las  palabras de la Canciller Holguín cuando afirma que nuestra estabilidad no depende de la firma del TLC con los Estados Unidos. La historia se escribe en un nuevo formato.

Bibliografía:
El País, de Cali, febrero 22 de 2004
yastao2@hotmail.com

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