LA TROJA
Por Julio Oñate Martínez
Pocas veces una final en la categoría profesional del Festival vallenato generaba tanta expectativa, no sólo en el pueblo sino en Colombia entera, como aquella del año 1991 cuando el gran favorito de todos era Juancho Rois. Era – junto a Diomedes Díaz- la pareja de mayor proyección en el ambiente farandulero colombiano, ya que la fama alcanzada por este par de artistas había superado los niveles hasta entonces logrados por Jorge Oñate y Poncho Zuleta al lado de Álvaro López y Emilianito Zuleta, respectivamente.
Reconocidos en esos momentos como ’El fuete del acordeón’ y ‘El monstruo del canto vallenato’, Juancho y Diomedes hacían trizas todas las barreras de la popularidad que pudieran escalar las grandes figuras de nuestra música nacional. Eran los ídolos a quienes el pueblo delirante seguía, era la locura, razón por la cual esa noche del 30 de abril del año referido cuando Juancho subió la tarima no existía la más mínima duda, dada su maestría con el acordeón, que de allí bajaría ciñendo la corona de rey vallenato.
El repertorio fríamente calculado de ‘El fuete’ le ofrecía un lucimiento total ya que excepto ‘Cata’, un son de Alejandro Durán, los otros temas en competencia eran éxitos de Diomedes, la puya ‘la Zoológica’ con Náfer Durán, el merengue ‘De la Junta pa’ la Peña’ de Colacho Mendoza, y el paseo ‘Lucero espiritual’ de Juancho Polo Valencia, en esos momentos el de mayor impacto a nivel nacional.
Además de esto sus acompañantes le garantizaban un soporte perfecto a la hora del lucimiento individual. En actitud amenazante el ‘Papi’ Díaz, un curtido guacharaquero y excelente cantante y en la caja Rodolfo Castilla ‘El Pulpo’, héroe de mil batallas.
Muy seguro y frente al micrófono con su elegancia habitual Juan Humberto estremeció la tarima ‘Francisco El Hombre’ cuando registró los bajos de su acordeón, la plaza rugió de emoción y comenzó aquel memorable concierto.
Cuando le tocó el turno en el paseo Juancho comenzó ordenadamente a ejecutar ‘Lucero Espiritual’, un tema que en las casetas las parejas bailaban frenéticamente. El se dejó llevar por la onda casetera contagiado del público que de pie coreaba y palmoteaba al compás del festivo canto y entonces acelerando un poco el ritmo indujo a Rodolfo a desviar la percusión hacía el paseaíto. El clamor del público aumentó vitoreando a su ídolo que con el viaje que llevaba en la interpretación puso a bailar a la gente, fue el momento en que Rodolfo se levantó blandiendo la caja en el aire y golpeándola con una sola mano, desvirtuando en esta forma la ejecución de un paseo tradicional vallenato.
Con ojo avizor y el oído bien afinao’ un jurado de lineamientos ortodoxos, integrado por Emilianito Zuleta, Beto Villa y ‘El Pangue’ Maestre quedó un poco desconcertado ante la equivocada actuación de Juancho y sus pupilos.
Seguidamente se presentó con un acordeón prestado por el mismo Juancho el joven sanandreasano, Julián Rojas realizando una impecable presentación e impactando por su expresión alegre y su nota fresca y florida colocándose de finalista en el puntaje al lado del ‘conejo’ Rois, en un relativo empate.
Al momento de la deliberación el jurando en su mayoría daba a Juancho como ganador no obstante los errores cometidos al considerar que su prestigio y trayectoria como figura cimera del acordeón estaban por encima de esto. Fue allí donde la lúcida intervención de Emilianito Zuleta hizo que las cosas tomarán otro rumbo al argumentar: si yo me subo a un ring a pelear con Mike Tyson y él se me descuida y lo noqueo el ganador de la pelea soy yo, en consecuencia es Julián Rojas que no cometió ningún desliz el nuevo rey del festival.
Para mí fue muy difícil tomar esta decisión, aclara Emiliano, “por ser Juancho Rois uno de los acordeoneros que más he admirado y respetado pero si acepté ser jurado del festival tenía que proceder imparcialmente ojalá y me doliera”. Caballeroso e hidalgo como siempre Juancho aceptó el fallo del jurado, sin reparo alguno. Ojalá este episodio sirva de ejemplo a jurados y acordeoneros en futuros festivales.