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Así comenzó el primer Festival

Aquel lejano 29 de abril de 1968 cuando se presentaron en la plaza Alfonso López de Valledupar el grupo de acordeoneros que competirían en ese primer concurso de juglares vallenatos (aún no surgía la denominación Festival para esa competencia), los organizadores del evento a falta de un reglamento como tal, le dieron carta blanca a los participantes para que de su repertorio interpretaran lo que quisieran y sin un orden establecido les dieron plena libertad para que el que se sintiera más competente se encargara de romper el celofán. Jaque como siempre y con el acordeón engatillado, Emiliano Zuleta Baquero no se hizo esperar y alegremente arrancó tocando su merengue ‘La Pesquería’, conocido también como ‘La pesca’, una simpática página que habla de su fracaso como pescador, constituyéndose este en el primer peldaño de esa larga escalera que hoy cumple ya cuarenta y ocho años de historia.

Comenzaba la década de los años cincuenta del siglo anterior y era costumbre de los villanueveros pescar en el río Badillo, que al sur de esta población formaba unos grandes pozos apropiados para acorralar los cardúmenes de bocachico y con leche de ceiba o barbasco que se arrojaba al agua, los peces quedaban adormecidos y hasta con la mano se podían recoger para llenar sacos de fique o cualquier otro recipiente oportuno. No se escapaba la sardinata o dorada, el comelón y hasta el pejerraton, un tipo de anguila, hoy extinguida de nuestros nativos afluentes.
Al respecto me comentaba Emilianito: “recuerdo que mi papá y su compadre Chelalo Molina un día antes de la pesca se iban a ‘La Selva’, la finca de Lucho Dangond donde abundaban corpulentos árboles de ceiba y ellos con el hacha le hacían incisiones en el tronco y de estos brotaba la leche que se recogía en ollas o latas que al echarla en el río producía la mortandad de peces”.

En la referida pesca parece que se hizo en alguna época no apropiada, lejos de la primavera y hubo tendereta de bocachicos pero estaban demasiado pequeños.
De regreso en Villanuenueva, Emiliano le ofreció los de él a la niña Zenaida Cotes quien acabó con sus pretensiones al decirle, están muy chiquitos, eso no hay quien te los compre.

Él se había ido escondido de Carmen Díaz y de carrera los dejó mal salados y los guardó donde doña Francisca Quintero, la mujer del Mono Aarón, otro frustrado pescador e igual suerte corrió el compadre ‘Chelalo’ que se llevó la escopeta y mientras los compañeros cometían el infanticidio ictiológico él logró matar dos conejos para pagar el flete del carro contratado para esta aventura.

Unos amigos de Urumita parece que corrieron con mejor suerte en esta cruzada badillera, que condensada en un merengue vallenato cumple ya cuarenta y ocho años de estar sonando en el Festival. Aquí la tocan en todas las categorías, pero todos ignoran que con este simpático y alegre canto comenzó la historia más bonita que hoy viven los colombianos, el Festival Vallenato.

Julio_C._Onate_M.: