Parece que fue poco lo que sirvió la convocatoria de no agresión y tolerancia, hecha por nuestro Obispo Oscar José Vélez Isaza a los candidatos a la Alcaldía de Valledupar y Gobernación del Cesar, incluso refrendada en un Pacto Ético de no Violencia firmado en la Capilla del Santísimo, el lugar más sagrado de la Catedral del Santo Ecce Homo en Valledupar.
En el tema gobernación, aparte de confrontar el sofisma que ya un buen sector de nuestro departamento creyó, los candidatos no han ahondado en ataques personales que vayan en detrimento de la integridad particular o familiar de candidato alguno.
Por los lados de la alcaldía es totalmente diferente. Para no citar nombres, porque nuestra intención es hacer un llamado a la calma y no a fomentar más enfrentamientos que lo único que develan es la incapacidad de quienes los provocan, vemos campañas sin una solo propuesta de fundamento, pero con ráfagas de agresiones que en no pocos casos alcanzan el blanco en su propia humanidad, autoliquidando cualquier opción de triunfo electoral.
Es tal el estado de desespero que manipulan encuestas para alimentar la ilusión de triunfo, sacan pasquines con acusaciones tendenciosas para confundir al electorado, pagan por cada pendón robado al adversario, contratan personas para sabotear las reuniones de barrio y hacen todo lo que un candidato en campaña no debe hacer, porque es claro que si un aspirante necesita de la propaganda negra para hacerse elegir, muy seguramente sus maniobras frente al cargo serán marcadas por el mismo estilo mentiroso.
Las campañas políticas se han ido deformando tanto que muchas veces gana el peor candidato, solo hay que despertar la pasión para que el contenido poco interese, incluso hay estudiosos estrategas y eruditos activistas especializados en encontrar la frase prodigiosa que logre encausar las emociones de un pueblo, el mismo que desde la época de la conquista lo vienen atrayendo con espejitos para luego sacrificarlo.
Entonces, así como hizo Monseñor, los generadores de opinión también deberíamos apartarnos un poco de nuestros válidos sentimientos políticos y decirles a nuestros candidatos que no siempre el fin justifica los medios; además porque políticamente, independiente a si se triunfa o no, lo importante es mantener la expectativa democrática, esa que muchas veces quien se hace elegir es quien al final la pierde, al terminar despreciado porque malversó la ilusión de ese pueblo que como ovejas y con engaños llevaron a la urna del sacrificio.
Ojalá esta columna la leyeran todos los candidatos y comenzaran a pensar en el pueblo huérfano de propuestas, en la verdadera esencia del ejercicio político, en las calidades que debe tener un dirigente para someter al escrutinio público su nombre. Ayudémoslos madurando políticamente y decidamos en libertad. Que gane el mejor. Un abrazo. – amaraujo3@hotmail.com