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Arroz, leche, güisqui y siniestro (Fascículo dos)

Por: Jarol Ferreira Acosta

“Querer es crear”
Nietzsche

6. Casi no se monta parce- Me dijo, como para romper el hielo, el conductor. Un paisita  residente en Maicao desde hace pocos meses y dedicado al contrabando y quién sabe a que más por lo que luego malicié. En una parte del trayecto notó que los soldaditos que iban de pasajeros se habían fundido en el asiento trasero y le pareció gracioso golpear el techo de la camioneta y frenar abruptamente, fingiendo  un accidente para despertarlos de un buen susto.

 

7. Renoletas dos litros, modificadas para cargar gasolina venezolana hasta en las puertas, aguardando en el margen de la carretera eran señal de retenes policiales de la DIAN avecinándose; sin embargo, nuestra velocidad  nunca disminuyó.

 

–Si me detienen yo me vuelo parce, igual ni siquiera tienen motos pa’ perseguinos.

 

Declaración que nos  alertó e hizo que el canoso que iba de copiloto le peguntara que era lo que llevaba de Maicao al Valle.

 

– Arroz, leche, y güisqui, parce-dijo.

 

Respuesta que asumimos como falsa aunque preferimos darle el beneficio de la duda ante las circunstancias.

 

8. Por aquí todo anda de mucho amor paz- dijo el mayor de los soldados- yo vengo del Cauca y por allá le cuento que eso está caliente, caliente.

 

-Yo tengo una casita en Corinto- interrumpió el canoso. Fui policía unos años y de eso nomás me quedó esa casa por allá, pero no he podido volver porque por allá eso está grave.

 

-Caliente, caliente. Y a los policías les dan buen plomo por allá. Una de las veces que andábamos patrullando, vimos como desde uno de los cerritos  se veía clarito el agente que centineleaba el puesto de policía. Apenas llegamos les dijimos que estaba dando papaya para un francotirador guerrillo. Dicho y hecho, al poco tiempo casi matan a un agente en ese puesto. Se salvó porque erraron el disparo que dejó un hueco en la pared como evidencia, justo a la altura de su cabeza. Caliente es caliente.

 

– Entonces parce, si voy con la ley cualquier cosa si caigo en un retén me ayudan parce- le dijo al canoso y a los soldaditos- el chofer.

 

– Fui de la ley pero ya no. Me echaron- dijo el canoso.

 

– ¿Y eso, parce?

 

(Silencio de tres segundos que parecieron mil.)

 

– De eso, además de la casita me quedó una ametralladora- agregó el canoso.

 

– Huy, por solo posesión de una vaina de esas le pueden dar siete años de cana- dijo el militarcito mayor.

 

– Si, yo sé- respondió, fresco, el canoso.

 

9. Como por gracia de los rezos de las madres de quienes tripulábamos esa camioneta no caímos en ninguno de los seis retenes que se encontraban ese doce, doce, doce, doble triple seis, entre la carretera que iba de Villanueva a La Paz. Pero, luego de superar la curva hedionda que anuncia la entrada a la ciudad, la recta que precede al último retén hizo que el ambiente nuevamente se agelatinara entre la camioneta; las conversaciones anteriores, en lugar de relajar el asunto, solo lograron intensificar la zozobra ante lo que podría ocurrir en caso de ser detenidos y finalmente esculcados ¿Qué será realmente lo que trae encaletado este muchacho que dice que prefiere que nos echen plomo antes de parar ante un retén? ¿Será  coincidencia que mis compañeros sean dos militares y un ex policía; que el conductor sea un paisita con ropa de marca nuevecita, como de kamikaze antes de inmolarse?  ¿Le dejó una plata a la mamá para que se comprara una nevera o la casita, y tiene amarrado un escapulario o un rosario en el tobillo izquierdo? Ni modo, ya estaba montado y andando, rumbo a ver como había quedado mi amiga luego de ver de perfil a La Flaca. (Continúa)

 

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