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Arriba está él

Esta es una historia dantesca, llena de dolor y sufrimiento que en Colombia es el pan de cada día por la inoperancia y arbitrariedad de algunos funcionarios públicos que se creen “la última Coca Cola del desierto” y están convencidos que casi, casi son tan sabios como Dios y actúan como unos reyezuelos.

El 1 de febrero de 2001, un amigo, más quebrao que un bulto de canela y más limpio que el culito del Niño Dios, acudió al Departamento para que le reconocieran su pensión y cuatro meses después recibió un oficio de la Oficina de Recursos Humanos donde le devolvían la documentación y sin ningún argumento le informaron que su solicitud no era procedente y le cerraron las puertas. Ahí comenzó el calvario y le tocó cruzar el desierto del Sahara en burro, acudió al Tribunal Administrativo, en donde le rechazaron con algunas observaciones su justa pretensión, pero corregida nuevamente insistió con tozudez con el fin de conseguir su anhelada pensión, mientras sobre él caían las deudas, la vejez y las enfermedades, especialmente de su esposa con cáncer y un poco de hijos por educar. Vendió su casa y compró otra más pequeña e incómoda, le hizo frente a la enfermedad de su compañera y no sabemos cómo educó a sus hijos, como lo hacen todas las familias pobres de este país, unos se fueron para Estados Unidos y otros para cualquier parte y comenzó a recibir la brisita fresca de la Nevada, pero nunca olvidó la idea de su pensión y en el 2011 le dieron el batatazo final y le dijeron que no, sencillamente así y lo mandaron a fregar a otra parte y así lo hizo, apeló y afortunadamente se fue con su necedad a Bogotá, esperó, esperó y esperó la decisión tardía del Consejo de Estado que en forma independiente porque afortunadamente no tiene familiares trabajando en este Departamento, falló y ordenó anular el oficio del famoso Jefe de Recursos Humanos y revocó la Sentencia del Tribunal del Cesar y ordenó al Departamento pagarle a partir del 31 de diciembre de 1999 su pensión con todas sus arandelas.

Sea el momento para solicitarle al Honorable Consejo de Estado que en cumplimiento de la Ley saque de esos turnos rigurosos que ellos tienen a los beneficiarios de pensiones, por ser todas personas de avanzada edad, que a veces se mueren esperando o cuando les llega su pensión ya están reducidos a una silla de ruedas.

Eso es un buen billete, pero los responsables de los exabruptos jurídicos ¿qué les pasa? Nada, siguen metiendo las patas todos los días y se ríen del dolor humano, olvidándose que allá arriba está Él, él que no se equivoca y castiga sin palo y sin perrero y que es el único que todo lo sabe.

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Registro con profundo dolor la muerte de dos personas a quienes quise mucho: en Villanueva, falleció con más de un siglo de existencia el patriarca Narciso Guerra, conocido como ‘Chicho’ Guerra; con él desaparece el último amigo y compadre de mi papá, era un ser inigualable, pero más que todo bondadoso y servicial y aquí en el Valle mi comadre cinco veces, pues soy el padrino de sus hijos, ‘El Cacha’, Jose, Fabián, ‘Goyita’ y ‘El Popo’, Elba Calderón Medina, la mujer de mi amigo del alma, hoy también con severos problemas de salud, José Romero ‘El Iche’, el hombre que la acompañó por más de medio siglo. Para los familiares de ambas familias mis más sentidas notas de condolencias.

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