El almanaque señalaba el último mes del año de aquel sombrío 1981, la crisis económica se acentuaba en el mundo y con especial rigor en Argentina, país que sufría la peor depresión económica, la angustia se reflejaba en el rostro de la gente, el desempleo dejaba en la calle a muchas personas, la desesperanza no tardó en llegar, el fútbol en otrora el mejor sedante para acallar el pesimismo, en esta ocasión no fue suficiente para paliar el descontento general.
A miles de kilómetros de allí, cruzando el ancho mar, la primera ministra del Reino Unido pasaba por momentos difíciles tanto en lo político como en lo personal, pues la isla soportaba la recesión económica más dura después de la guerra, con un desempleo del 10.2 %, la impopularidad de la primera ministra Margaret Thatcher aumentaba vertiginosamente, como consecuencia de su lucha frontal y despiadada contra la inflación que encareció los productos de primera necesidad, y que la hicieron merecedora del remoquete de ‘La dama de hierro’; para colmo su hijo predilecto, Mark Thatcher, se desapareció misteriosamente a bordo de su Peugeot cuando competía en el rally Paris-Dakar.
Viendo la necesidad de unir al pueblo argentino contra un enemigo externo a quien echarle la culpa, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, siendo presidente, declara la guerra a los ingleses, enarbolando la bandera blanca con azul celeste y heliocéntrica, teniendo como propósito recuperar Las Malvinas, isla situada a 500 kilómetros de las costas argentinas, muy distante del Reino Unido, habitada por ingleses, orgullosos de ser súbditos de la Reina Isabel II. La salida diplomática no fue tomada en cuenta por la Thatcher, quien respondió con todo rigor a los actos de provocación del gobierno argentino.
La confrontación bélica fue del todo desigual, algo así como la disputa bíblica de David y Goliat, pero con un desenlace distinto, aunque lógico y previsible. Bastaron solo 74 días para que Argentina tuviera que tragarse su soberbia y admitir la derrota. La Thatcher festejó a rabiar su triunfo que hizo crecer la popularidad del Gobierno, catapultándola como su indiscutible líder. Pero un motivo en especial le hizo latir su corazón con más fuerza, su hijo Mark, luego de 6 días perdido en el desierto del Sahara, fue rescatado sano y salvo gracias a la ayuda brindada por los gobiernos de Francia y Argelia.
Seis años después, el 22 de junio, en el marco del Mundial México/86, vendría entonces una nueva confrontación entre argentinos e ingleses, esta vez la contienda tendría lugar en el estadio Azteca del Distrito Federal, era la revancha, en esta oportunidad los flemáticos ingleses, inventores del fútbol, no tuvieron en cuenta que los argentinos tenían un arma secreta, y fue con la ‘Mano de Dios’ de Diego Armando Maradona (Q.E.P.D), como los gauchos marcaron el polémico tanto, justo cuando el reloj marcaba el minuto seis del segundo tiempo. Terminó el encuentro con el 1-0 que selló la humillante derrota de los británicos, para júbilo de los paisanos de Jorge Luis Borges, y de toda Suramérica. Eran tiempos donde no existía el famoso y costoso VAR del que opinaremos en otra oportunidad.
Nota de cierre: La justicia, considerada como un servicio esencial del Estado, antes de la pandemia era lenta, ahora se encuentra semiparalizada, y no se habla de retornar a la presencialidad cumpliendo con protocolos de bioseguridad. La virtualidad es una herramienta fundamental en este siglo, nadie lo discute, pero no nos podemos olvidar de la Colombia agraria, humana y profunda, pues ello iría en contra del Estado Social de Derecho. darioarregoces@hotmail.com