A esos 100 mil venezolanos que viven en territorio guajiro y cesarense, y que estuvieron ayer pegados a las noticias de su país, nuestro hermano país, Venezuela, y a nuestros paisanos, tan solidarios, les decimos que también en nuestra redacción periodística hemos seguido con tensión, incertidumbre, asombro y dolor los últimos acontecimientos. Son complejos y dan para muchas interpretaciones. La crisis continuará en las próximas horas, días y tal vez meses. Los vencedores de ayer podrían ser los perdedores de mañana en este choque de trenes, que involucra el colapso de la economía, el drama social, la migración, el divorcio de los gobiernos de Colombia y Venezuela, la suerte de las ideologías y la praxis política latinoamericana y su relación con los Estados Unidos, los intereses económicos de grandes conglomerados, y los movimientos geo-estratégicos de las grandes potencias mundiales.
Pensamos en que se desarrolla un proceso de avances/retrocesos/avances que conducirá, más temprano que tarde, a un estado de transición institucional y ojalá pacífico, en el cual los venezolanos finalmente se pondrán de acuerdo. El norte, como incluso lo ha expuesto hasta la izquierda colombiana, en una sorpresiva y sensata declaración la semana pasada, será la convocatoria a elecciones generales.
Se dijo que Guaidó puso una cota muy alta al plantear que ayer 23 era un día definitivo. Analistas interpretan que como no pasó la ayuda y no hubo un desplome a su favor de la fuerza armada fue el gran perdedor de la jornada y su liderazgo habría mermado. En política cualquiera sobrevive y más en este caso en que la población venezolana que en diciembre de 2015 dio a la oposición la mayoría calificada de dos tercios en la Asamblea Nacional está ahí, y, podemos pronosticar, a pesar de la migración a otras naciones, ante el desgreño de Maduro, se ha acrecentado.
Eso no quiere decir que sectores significativos de la ciudadanía no sigan creyendo en el proyecto oficial, como se evidenció ayer en Caracas y en otras regiones; están acompañados por la burocracia del gobierno ( casi todos los alcaldes y gobernadores son afines a Maduro) y la fuerzas militares. De hecho ya plantean la alianza cívico-militar.
Escuchamos ayer del otro lado del Perijá al alcalde de Maracaibo Willy Casanova, al gobernador del vecino estado Zulia Omar Prieto, en una manifestación en la que también tomaron la palabra el responsable militar de la región noroccidental del país y miembros de la milicia en armas para jurar lealtad. Algo inusual en Colombia donde los militares ni votan ni deliberan ni participan en política, desde cuando hace unos 60 años el presidente Alberto Lleras los conminó a la neutralidad y al ejercicio profesional castrense.
Es también llamativo que si bien el protagonismo gringo alienta a la oposición, – es imposible renunciar a semejante aliado – paradójicamente le ha dado aire a Maduro al convertir, en sus palabras, a los halcones de la derecha encabezados por Trump, Bolton y Rubio, en el enemigo extranjero invasor a derrotar, que ambiciona el petróleo y pretende someter a la patria de Bolívar.