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¿Arde París?

El libro de Dominique Lapierre y Larry Collins es coyuntural en estos momentos en que la capital francesa es atacada salvajemente. Narra los días previos a la liberación de París. Fue en agosto de 1944 cuando los alemanes, que tenían bajo su poder a Paris, se vieron obligados a capitular cuando las fuerzas aliadas, después de recorrer un camino doloroso desde Normandía, la liberan, pero antes Hitler había dado la orden a los suyos: ‘si se ven perdidos destruyan la ciudad, quémenla”. A cada rato preguntaba ¿Arde Paris? Cuentan que solo un milagro podía salvarla y se dio cuando el general Von Choitiz, gobernador alemán de París, desobedeció la orden, no se atrevió a quemarla.

El libro es mejor que la película, por supuesto, y digo que es coyuntural por obvias razones: Paris siempre ha tenido sucesos dolorosos a lo largo de su historia, es como si llevara sobre su espalda la creencia antigua de los tatarabuelos que decían: ‘las mujeres bonitas son de malas’. Y así fue duramente castigada por dar pie para la Noche de los Cristales Rotos, cuando un joven francés disparó a un funcionario alemán; o antes con la noche de San Bartolomé, matanza de hugonotes que se regó por toda Francia; en el siglo veinte fueron muchos los desastres.

Isis aparece ahora como el verdugo de Paris, por ende de Francia y no hay otra explicación que el título que siempre se le dio a esa nación: ‘la niña mimada del catolicismo’, incluso del cristianismo en general, Francia sigue siendo católica.

Además, porque proclamó los derechos del hombre, la igualdad de los seres humanos, y también porque allí surgieron filósofos y corrientes de toda índole hasta el feminismo, es de recordar la manifestación de los ‘brasieres’ al aire, absurdo símbolo de la liberación femenina. Grande es Francia, innovadora y eso no le gusta a los fanáticos de Alá.

No se niega que hay una retaliación por los bombardeos que Francia ha ejecutados al mencionado grupo extremista, pero de eso saben más los politólogos y los historiadores. Lo único cierto es que cualquiera que sea el motivo que tuvieron los bárbaros no se justifica, no hay argumento para perpetrar una masacre igual. A pesar de que en Colombia tenemos un record de masacres y nos estremece recordarlas, nos ha herido duro la de París.

Hay algo más, lo dijo el Papa y lo habíamos comentado con unos amigos: si se está esperando el estruendo que anuncie la llegada de la Tercera Guerra Mundial, no lo espere, ya está en el mundo: por regiones, intermitente, dura, en todos los continentes, porque la horda de migrantes que llegan desesperadas a las islas griegas y millares mueren en el intento, es guerra; los aviones derribados con misiles, es guerra; el tiroteo constante en centros de estudios o comerciales de los Estados Unidos, es guerra; los asesinato por la desigualdad de género, es guerra; los abundantes suicidas por hambre y mala situación económica, eso es guerra; ¿qué más esperamos? ¿Las bombas atómicas, las explosiones nucleares? De seguir así las cosas, también vendrán. Recomiendo el libro ¿Arde París? Es agradable recordar la historia.

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