X

Aquella tarde en Alaska

Un día yo iba entrando al centro comercial Guatapurí cuando vi mucha gente alrededor de un container (contenedor) enorme y me pregunté, ¿Qué es ese container enorme afuera del Centro Comercial Guatapurí?

Hice mi mejor Sherlock Holmes y empecé a investigar la escena formada alrededor de este container. Niños y adultos felizmente esperando con anticipación, suficientes botas y chaquetas impermeables para todo un equipo intentando escalar Everest y todos sacando una cantidad de selfies que haría Narcissus doblar en su tumba con angustia.

Doblé la esquina para mirarlo de frente, cuando de repente, mis ojos miraron arriba la palabra Alaska (el cincuenta estado de los Estados Unidos, conocido por su terreno implacable y clima helado) aplastada en letras grandes. También vi su consigna: “Llevarle a todo el mundo la experiencia inolvidable de vivir la nieve”.

Luego de mucha especulación concluí que este container afuera del centro comercial es de un grupo de gitanos, masquerando como una empresa legitima, que está exponiendo el gran espectáculo de la nieve. Esta empresa se llama Alaska Nieve. Pero no hay nieve en Valledupar y me dejó la pregunta: ¿Cómo llevaron nieve a Valledupar sin haberse derretido?

Me acerqué a uno de los trabajadores (gitano sospecho) y le pregunté “¿Cómo llevaron nieve a Valledupar sin haberse derretido?”. Me miró un poco raro como si yo fuera de otro mundo o época y me respondió simplemente: “es una máquina que hace la nieve”. El container es una máquina que hace nieve. Con mi conocimiento totalmente rociado en el piso, regresé a casa para recoger mis pensamientos.

Me quedé pensando no en el container que hace nieve, sino en toda la gente esperando tocar, jugar y conocer la nieve. Esto me hizo recordar la gran novela que llegó a ser conocida por todo el mundo y la mejor obra jamás escrita por un escritor colombiano, ‘Cien años de soledad’ del genio Gabriel García Márquez.

La empresa Alaska Nieve ha formalizado el espectáculo que recordaba el coronel Aureliano Buendía aquella tarde frente a su fusilamiento. Alaska Nieve se convirtió en los gitanos de Macondo (eso explicaría porque yo pensaba que la empresa tuviera que ser un grupo de gitanos, pero eso es punto aparte).

Finalmente el espectáculo del hielo se ha convertido en el espectáculo de la nieve.

La única pregunta que me quedaba: ¿por qué había tanta gente esperando para un espectáculo viejo con una cara nueva? Me puse a releer la primera página de ‘Cien años de soledad’. Me pegó lo que dijo el gitano con áspero acento: “las cosas tienen vida propia… todo es cuestión de despertarles el ánima”.

Innecesario decir que la nieve, como el hielo, es una de esas cosas. Los copos de nieve son tan únicos y vivos como nosotros, llamándonos a tocar, sentir y conocer a cada uno. Alaska Nieve nos despertó el ánimo a conocer la vida que tiene la nieve exactamente como dice ese gitano con áspero acento.

Con el misterio al parecer resuelto, retiro mi pipa y gorra de Sherlock Holmes y regreso al siglo veintiuno.

Semanas y muchas primeras veces después, el espectáculo de la nieve está listo para despedirnos. Alaska Nieve como los gitanos de ‘Cien años de soledad’ nos mostró algo que antes muchos no habían conocido. Como las mejores despedidas nos deja el recuerdo que nos ayuda a expandir nuestro conocimiento y en este caso es la experiencia de tocar nieve.

Tal como yo aún recuerdo aquella tarde del coronel Aureliano Buendía en ‘Cien años de soledad’, muchos vallenatos recordarán aquella tarde, frente al único que la vida nos promete, cuando alguien le llevó a conocer la nieve.

*Referencia: ‘Cien años de soledad de Gabriel García Márquez’.

Por Dylan Walsh

Categories: Columnista
Periodista: