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Aquella bella laguna

Sebastián Peña Peña

Todo comenzó en un día cualquiera con un hermoso cielo y una cálida temperatura, estaba caminando por el bosque admirando la naturaleza intentando hallar un lugar que era muy famoso, ya llevaba tiempo caminando y estaba muy cansado, sin duda asombrado por los bellos paisajes; entonces tropecé con una raíz de un gran árbol y caí dándome unos fuertes golpes en mi cuerpo, el dolor y las heridas ocasionadas eran muy graves y aunque comencé a sentir miedo, tomé una rama y me apoyé en ella para poder caminar, estaba tan perdido y mareado que no podía recordar cómo volver.

Comenzaba a caer la noche y yo seguía caminando sin parar. De repente llegué a un hermoso lago que brillaba a la luz de la luna y decidí pasar la noche allí ya que sería peligroso moverse en la oscuridad sin una linterna y por supuesto por temor a los animales nocturnos que salen a cazar a sus presas.

Me subí en un árbol para no ser atacado mientras dormía en unas de sus ramas. Al amanecer puse mis manos bajo el agua de aquella bella laguna para tomar un poco de agua, pero, al ver al otro lado del lago había una mujer. Sin duda corrí para pedir un poco de su ayuda, pero antes de dar el primer grito sentí que me quedaba sin fuerzas, me sentí cansado y caí, después de eso cerré mis ojos y pensé que este sería mi fin.

Cuando desperté mis heridas estaban curadas, aquella mujer entró y me preguntó cómo había llegado hasta aquella laguna y le conté todo lo sucedido. Después de comer me levanté y le pregunté cómo llegar al camino principal del bosque.

A lo cual ella me dijo: -Si deseas volver a tu hogar, parpadea una vez.

yo pensé que estaba jugado así que le seguí el juego, parpadeé y al abrir los ojos estaba en el suelo, al frente de la puerta de mi casa. Confundido y aterrado abrí la puerta, me senté sin pensar en nada más que lo ocurrido, me miré al espejo y me pregunté:

¿Qué es esto? ¿Qué acaba de suceder?

Pensé por unos segundos que había sido un sueño, pero me di cuenta de que no lo era, mi mente estaba plagada de preguntas sobre ella, pero mi corazón latía de tristeza y con anhelos de volver hacia aquella mujer porque en sus ojos veía eterna soledad.

Por: Sebastián Peña PeñaI.E. Casimiro Raúl Maestre

Periodista: