La producción y la inflación, que quizás resultan estar entre los temas más recurrentes e insalvables cuando se trata de analizar el estado de la economía del país, y sus indicadores, por lo determinantes en el nivel de bienestar de la población, por la transversalidad con temas como la generación de empleo, capacidad de ahorro, el consumo, el ingreso, capacidad adquisitiva y por ser objetos del estudio de la Teoría Económica son casi que obligatorios en los conversatorios y conferencias académicas sobre economía.
El análisis de la inflación casi siempre se dimensiona con mayor énfasis desde la perspectiva de la economía monetaria y su conexidad con la tasa de cambio, la tasa de interés y el flujo de dinero circulante necesario para efectuar las transacciones económicas que requiere la economía, lo que conduce a abordar el tema de la demanda (consumo) y la oferta (producción), de sus interacciones con los agentes económicos, y si seguimos hilvanando nos tocaría referirnos al fenómeno de la escasez, a las condiciones de monopolio, duopolio u oligopolio, condiciones del mercado que dependen del control de un Estado eficientemente regulador y que también pueden ser determinantes en la fijación del precio de los bienes y servicios que demandan las familias.
Si analizamos algunos postulados enmarcados en la Teoría Económica no es inverosímil expresar que las causas de la inflación obedecen también a temas estructurales en el manejo de la economía, y que su efecto nocivo no siempre se contrarresta en términos absolutos con una resolución o directriz del Banco de la Republica, donde se disponga la restricción o expansión de la oferta monetaria, interviniendo la tasa de interés y/o aumentando el encaje al sector financiero.
Los referidos temas estructurales hacen referencia entre otros a aspectos asociados al proceso productivo, como obtener mejores niveles de productividad, establecer una estructura que eficientice los costos de producción y dos temas que pueden ser determinantes, establecer un proceso de reconversión tecnológica de la empresa nacional, que mejore los niveles de producción y de competitividad que conlleven en el ámbito del comercio internacional, a adelantar un programa de sustitución de importaciones, determinando, técnica y juiciosamente, cuál o cuáles de los productos que importamos se pueden someter a dicho proceso, por poseer el país potenciales ventajas comparativas para producirlo, lo que consecuentemente nos pondría en disposición, además de satisfacer nuestro consumo interno en lo referente al producto o bien sustituido a pensar que el excedente se pueda exportar a unos precios externos nivelados con los precios internos que nos hagan competitivos.
Manuel Barrios Gil