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Apuntes del poeta Luis Mizar

El 8 de julio es la fecha de natalicio de Luis Mizar Maestre, este año es el número 57. (Muere el 21de agosto de 2015). Estas breves acotaciones para este colosal poeta y mi amigo en la celebración de la vida, la amistad y la poesía. En la infancia Luis Mizar Maestre sueña con la geometría celeste de noches luminosas y descubre que en la constelación de la Osa Mayor existe una estrella con el nombre de Mizar, y después en la lectura de los Salmos encuentra que cerca del río Jordán existe el monte Mizar.

Sorprendido por este hallazgo fonético similar a su apellido se sumerge en las contemplaciones del pensar y el silencio, en los lentos recorridos por infatigables libros de literatura y filosofía, hasta convertirse en el poeta universal, centinela de los acertijos de la luz. Sobre el apellido el poeta, solía explicar: el apellido original de mi padre era Luis Misath García, cuando lo reclutan para prestar el servicio militar no sabía leer y estaba indocumentado, y un sargento del ejército, que tenía poca habilidad en la escritura, cada vez que le preguntaba el apellido, lo escribía Mizar.

De esta manera le expidieron su libreta militar, documento que presentó para sacar la cédula. Meditando por la errada grafía del Sargento, es posible que alguna vez había leído el Salmo 42, en el numeral 6: Dios mío, mi alma está abatida en mí, me acordaré, por tanto, de Ti desde la tierra del Jordán y el monte de Mizar. (Mizar significa pequeño, y el soldado Luis Misath García era de baja estatura).

El poeta Luis Mizar era un discípulo consagrado del escritor Jorge Luis Borges y decía con él: Somos el tiempo. El tiempo no es nuestro enemigo, porque nadie es enemigo sí mismo. Somos la famosa parábola de Heráclito. Somos el agua, la que se pierde, no la que reposa. Somos como aquel griego que se mira en el río.

Esa era Mizar, un estudioso de Borges y la filosofía, amante del río y los silencios variantes del asombro, un pensador de las facetas profundas de la conciencia del ser, un atisbador del entorno metafísico y percibía la simetría de los espejos del mar en la risa de los alcatraces. Se proclama un empedernido pensador, un lector reflexivo de las ventanas que muestran el interior del espíritu.

En uno de sus poemas, se hace este interrogante: “¿Qué hace por aquí Mizar, el sempiterno meditador? Con la sonrisa de fraile que lo caracteriza”. Con su sonrisa de fraile y radiante de inocencia como la estrella que lleva su nombre, se fue su cuerpo; pero aquí se quedaron con nosotros las bondades de su condición humana y la sinfonía inagotable de sus poemas.

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