MISCELÁNEA
Por Luis Augusto González Pimienta
El país entero gozó con los recientes dos triunfos en las eliminatorias al Mundial de Fútbol de Brasil-2014. No era para menos. Fueron victorias contundentes y justas. Después de las cataratas de elogios verbales y escritos prodigados por los especialistas deportivos, queda poco por decir. Pasada la euforia, conviene analizar las razones que condujeron al importante logro, cambiando tristeza por alegría en tan solo cuatro días.
En el momento político que vive Colombia se habla de las locomotoras, término acuñado por el presidente Santos para seguir la tradición de todos los gobiernos de adjetivar cada año de gestión. Es el eslogan de este año. Parafraseando al gobierno, Colombia fue una locomotora que no se detuvo hasta arribar al segundo lugar de la clasificación, después de venir de un deslucido sexto puesto entre nueve participantes. Maravilloso por donde se le mire.
Esa locomotora tiene un maquinista diferente. Es José Néstor Pékerman, argentino que se inició en el club Argentinos Juniors como mediocampista de contención (según la terminología actual), pasó por el “poderoso de la montaña”, el Deportivo Independiente Medellín de 1975 a 1978, se retiró por una lesión en la rodilla con tan solo 28 años y se hizo entrenador; condujo a Argentina a coronarse tricampeón mundial de la categoría Sub 20, orientó la selección gaucha de mayores en el Mundial-2006 donde fue eliminada injustamente en cuartos de final por el local, Alemania, por la vía de los penaltis; dirigió en México y en buena hora recaló en Colombia.
Pékerman cambio el estilo del entrenador colombiano, hablador, hacedor de titulares explosivos y permisivo con la prensa en las prácticas, por su reserva, su cavilación y si se quiere, su secretismo. Criticado, antepuso sus metas al qué dirán. Cuando en la anterior fecha FIFA para encuentros amistosos prefirió concentrar a sus jugadores en España le llovieron rayos y centellas. Los triunfos ante Uruguay y Chile le dieron la razón. Quería, y lo hizo, armar un esquema, no simplemente convocar y poner a jugar a los convocados.
Se le reconoce al adiestrador argentino su osadía, pues en sesenta y cuatro años de fútbol profesional, nunca antes alguien se había atrevido a poner en el campo un mayor porcentaje de jugadores creativos que destructivos. Lo hizo en Barranquilla y lo repitió en Santiago ante rivales llamados a clasificar. James, Macnelly, Teo y Falcao juntos, son dinamita pura. Súmesele Zúñiga y Armero que acompañan arriba, y el gran descubrimiento de Valencia que corta y distribuye bien, y tenemos un coctel de estrellas.
Otro aspecto positivo de Pékerman es el de hacer cambios en el momento oportuno, sin demoras ni consideración por quien debe ser relevado. Con Chile fue acertadísimo en ese aspecto que tanto le fue cuestionado a Leonel Álvarez.
Un gran director de orquesta requiere de muy buenos intérpretes y Colombia los tiene. Siempre nos preguntábamos cómo era posible que siendo estrellas en sus respectivos clubes extranjeros nuestros jugadores no brillaran en la selección. Había el material, faltaba la argamasa. Pékerman se la proporcionó.
Resta ahora mantener el optimismo sin celebraciones desmedidas y acompañar al equipo en las siguientes presentaciones. Ojalá sea este el comienzo del cambio de la vetusta, ruidosa y lenta locomotora de vapor, por la moderna, silente y veloz locomotora eléctrica.
Valledupar, septiembre 14 de 2012