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Aprender a educar sin gritos

Guía para padres

La educación de los hijos es tan apasionante como compleja, en ocasiones una tarea muy ardua y difícil que pone a muchos padres a pedir auxilio, a buscar manuales o libros de autoayuda para resolver los problemas  con los hijos como si fuera  una receta. Esta preocupación llevó al psicólogo Guillermo Ballenato a escribir el libro “Educar sin gritar”,  en el  que ofrece unas guías   y reflexiones  para los padres.
“A pesar de que  muchos de ellos se desviven por sus hijos, su esfuerzo no llega a dar los resultados esperados”, sostiene Ballenato.
En su libro, el psicólogo esgrime la necesidad de adquirir una formación previa incluso antes de plantearse la posibilidad de ser padres, porque para conducir una vida desde sus inicios se requiere algo más que la intuición o el sentido común.
Ballenato afirma que los tres primeros años de vida son   decisivos, porque es la etapa en la que el niño comienza a construir su imagen del mundo y va configurando su forma de interactuar con él.
Sostiene que pedagogos, profesores, psicólogos y expertos afines tienen el privilegio de poder conocer el tema de la educación por su propia formación académica. “Esto les permite disponer  de todo un arsenal y estrategias”, afirma.
Todas estas nociones  y conocimientos básicos deberían estar al alcance de todas las personas, teniendo en cuenta que son herramientas fundamentales para entender los principios que rigen la conducta, el pensamiento, las emociones y las relaciones humanas, dice.

¿Castigo físico?

Educar requiere autoridad y comprensión para lo cual se debe disponer de paciencia, constancia y autocontrol. Para Ballenato una clave para que los hijos controlen sus emociones, es viendo como los padres controlan las suyas. Reprender con firmeza no es incompatible con hacerlo con calma, dice en su libro.
El bofetón no es sino la pérdida de control, un desahogo de los padres, una inadecuada expresión de su rabia o su impotencia, que se puede convertir  en  culpabilidad y  remordimiento, y al hijo en la desazón y el desasosiego, afirma.
Para el psicólogo el castigo físico es humillante, degradante para el hijo y además genera frustración, miedo, indefensión y rebeldía.  Es una acción que da legitimidad al uso de la violencia. “Los hijos de padres que utilizan la violencia, se exceden igualmente en el empleo  de la agresión física”.
La pregunta que sale a relucir es  ¿cómo educar sin agredir? Para el psicólogo el castigo físico debería ser el último recurso a utilizar. Se trata de un hecho puntual y no reiterativo. “No tendría sentido aplicar castigos de forma generalizada, sistemática y frecuentemente sobre cualquier tipo de conducta”.

Ideas para un castigo adecuado
En su libro Ballenato ofrece una serie de ideas para aplicar un castigo que  realmente aporte a la educación del niño.
1. Los padres deben ser ejemplo para los hijos. No es razonable castigar por mentir si el niño ve que sus padres utilizan excusas falsas, engañan o mienten abiertamente en determinadas circunstancias.
2. El niño debe ser avisado previamente de que determinada conducta es inadecuada por lo que es, y  las consecuencias que puede tener.
3. Para que el castigo sea eficaz,   debe ser inmediato, aplicado en el momento en que se produce la conducta inadecuada.
4. Debería ser aplicado con serenidad y no aplicado como  venganza, acompañado de sentimiento de odio o rechazo personal.
5. Debe ser justo, equilibrado y proporcional al daño que se ha ocasionado. Sería injusto castigar  severamente una conducta de poca importancia y pasar por alto una conducta grave.
6. Antes de castigar el padre debe asegurarse de que el niño conoce y sabe realizar  la conducta alternativa, aquella que considera  adecuada.
7. El padre debería haber dedicado esfuerzos previos en reforzar o premiar la conducta adecuada en aquellas ocasiones en que se haya podido producir.
8. El castigo debe ser personalizado, individualizado, adaptado a cada niño. El castigo colectivo difícilmente será justo.
9. Debe haber una relación causa-efecto. El niño debe percibir el castigo como una consecuencia manifiesta de una determinada conducta y no como algo inexplicable.
10. No se debe humillar al niño, rebajarle o herir sus sentimientos  y su autoestima. El hijo debe saber que lo que se está castigando es un conducta inadecuada, y no a él como persona.

El psicólogo afirma que el castigo pierde su validez si se hace de forma inconsistente. No obstante, cuando se ha hecho de manera coherente, puntual, avisado, acordado, razonado, justo, inmediato y proporcionado, se verá incrementada su eficiencia.
Sin embargo, sostiene que una educación basada en el afecto, la responsabilidad, el autocontrol y la confianza pueden hacer prácticamente innecesaria la aplicación de castigos.

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