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Aprendamos de Japón

El covid-19 llegó para quedarse, pero la virtualidad también, entonces cuál es el afán de la ministra de Educación, María Victoria Angulo, de presionar el retorno a clases presenciales en momentos en que evidenciamos los niveles más altos de contagio y letalidad, como si no fuera suficiente la tragedia humana de esta pandemia.”Mientras más lento se piensa, más rápido se triunfa”: Leandro Díaz; pero la misma coherencia y sabiduría presenta el texto bíblico: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”: Hebreos 12:1.

La Universidad de Antioquia alerta sobre el pico de la pandemia y advierte que entre mediados de julio y mediados de agosto se tendrá la tasa más alta de decesos con un promedio que podría escalar a los mil muertos por día.

Volver a los salones de clases sin protocolos de bioseguridad es un despropósito y una condena de muerte, a cambio de abrir la economía completamente, advierte Fecode, y hace eco en los colegios del país, que según sus estadísticas en un 70 %  carecen de condiciones sanitarias para contener la arremetida del virus y sus nuevas cepas, pues si bien las vacunas protegen de desarrollar síntomas graves y complicaciones mortales, no evitan el contagio, si no se imparten los cuidados adecuados: tapabocas, distancia social y lavado de manos, gran legado del padre de la asepsia, Ignaz Philips Semmelweys, como herramienta fundamental de prevención.

Qué bueno traer a colación a la novelista inglesa Ouida: “Leyes mezquinas engendran grandes crímenes”, pero igual: “La política que mata personas no salva la economía”: Joa Agripino de Costa Doria Junior, gobernador de Sao Paulo (Brasil), país que subestimó el coronavirus y en donde la protesta social contra el presidente Jair Mesías Bolsonaro ha generado ola de indignación, tras denuncias de un sistema de vacunación salpicado por la corrupción.

Deberíamos aprender de los japoneses y preguntarnos: ¿Por qué  son los más inteligentes? ¿Por qué en la sociedad nipona los más respetados son los profesores? La respuesta es obvia, debido a que el gobierno asume que son de vital importancia, en el entendido de que bajo su responsabilidad está la educación de las nuevas generaciones, razón para esmerarse en capacitarlos constantemente, además de devengar excelentes salarios.

La educación en Japón es obligatoria y está regida por el lema: “Modales antes que conocimiento”, que de nada serviría si un ser humano no cultiva primero la generosidad y el valor hacia los demás, principios básicos que llevan implícita la moral, el respeto y amor por la familia, el honor por las tradiciones y la salud del cuerpo y la naturaleza.
La educación que empieza en casa, en el país asiático enfatiza en el respeto por las personas de la tercera edad para honrar su experiencia y sabiduría. En el país del ‘Sol naciente’ las clases no se suspenden y los alumnos, ceñidos a un calendario escolar, aprovechan las vacaciones (las escuelas no cierran) para desarrollar sus tareas, ir a la biblioteca y adelantar cursos de regularización.

No es querer comparar un país tercermundista  con una potencia, como lo es Japón, donde se inculca el sentido de responsabilidad que trasluce en buenos hábitos, reflejados en que los niños van al colegio sin la tutela de sus padres, pero con la compañía de alumnos de grados superiores, donde no se contrata personal para el servicio de aseo, porque el trabajo lo realizan estudiantes y profesores en equipo, o que se quiera hacer comparaciones, que aunque odiosas, son válidas cuando ayudan a crecer, a edificar. “No son las grandes inteligencias las que triunfan en la vida sino las grandes voluntades”: Homero ‘El sabio’.

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Miguel Aroca Yepez: