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Apremia la reforma política

La democracia es la forma de gobierno, cuya base principal es la población reconocida universalmente como ciudadanía, que debe estar legalmente habilitada para participar en los debates electorales donde se elige por mayoría del voto popular a determinadas autoridades gubernamentales, cuyos representantes deben ser personas idóneas, con la responsabilidad de velar por los derechos humanos, con la observancia de los valores morales, éticos y sociales bajo los principios de libertad, respeto, igualdad, fraternidad, justicia y tolerancia de las diferencias,  entre otros cumplimientos que garanticen el bienestar general de la sociedad.

Teniendo en cuenta lo anterior, en especial, aquello de la mayoría del voto popular, que es el pilar fundamental de la democracia, considero que en nuestro país apremia la reforma política, para corregir los múltiples defectos del sistema político que nos rige; en consecuencia, el Congreso debe modificar la elección del Presidente de la República. Mi propuesta no elimina la segunda vuelta electoral, sino que la supedita al resultado de la primera vuelta. Como ejemplo tenemos el número  de votos válidos depositados en el debate electoral del domingo pasado, como fue superior al 50% del censo electoral; es decir, que la mayoría de la ciudadanía habilitada para votar, cumplió su obligación, por lo tanto, el candidato con mayor guarismo electoral quedaría elegido como presidente del país. En esta ocasión, el presidente electo, ya sería Iván Duque Márquez. Así se evitaría el gasto de la segunda vuelta, que serviría para cubrir otras necesidades sociales. En conclusión, la segunda vuelta solo se realizaría en caso de que la abstención electoral fuera mayor del 50% de la ciudadanía apta para votar.

En el debate electoral del próximo 17 de junio, lo más probable es que la abstención supere el 50% del censo electoral, lo que va en contravía con la democracia, además fomenta la corrupción, ya que las alianzas de los respaldos políticos se prestan para exigir cuotas burocráticas. Mejor dicho, los tales acuerdos programáticos para alcanzar mayorías en el Congreso son soterradas rapiñerías al erario, en vez de los congresistas hacer el debido control político. Este es el histórico legado del otrora Frente nacional, pactado por la dirigencia política tradicional, que entre sus herencias funestas también nos dejó el conflicto armado interno, cuyo protagonista más fuerte fue las Farc, cuya desmovilización y conversión en partido político sea uno de los motivos, para que el promotor de los falsos positivos, de las chuzadas a las altas cortes de justicia y otras injusticias, el próximo 7 de agosto comience a mandar detrás del trono presidencial. Ojalá que Iván Duque tenga el temple suficiente para que no se repita tan deplorable situación.

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