El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) informó que Valledupar en el último trimestre de 2022, entre 23 ciudades y áreas metropolitanas del país resultó con la mayor tasa de informalidad laboral: ¡69,5%! El promedio es ¡58,2%! Bogotá D.C. con ¡36,3%! tiene la menor proporción. Según estudio del Banco Mundial, revelado antes de la pandemia de covid-19, la economía informal de nuestro país representaba el 39% de su PIB.
Esto apenas es lo visible de la tan compleja y peligrosa realidad de Colombia, teniendo en cuenta que la economía informal o del rebusque tiene múltiples causas (algunas inaguantables) y simultánea y postreramente muchas consecuencias que, además de inconvenientes, muy adversas para el desarrollo sostenible de la humanidad y su hábitat.
Aunque la economía del rebusque tiene fines beneficiosos individuales o familiares como salvavidas temporales, es importante resaltar que a la vez es perjudicial para la economía social, porque no aporta impuestos, tampoco se paga arriendos por los espacios públicos ocupados ni servicios públicos y las personas involucradas en el rebusque no cuentan con seguridad social. Por ende, es una actividad incierta y peligrosa, supeditada a conseguir el sustento básico y a solucionar otras necesidades esenciales para sobrevivir con lo obtenido cotidianamente.
Entre las principales causas de la creciente informalidad laboral en Colombia se destacan: la falta de fuentes de empleos formales y estables, los salarios bajos y precarios, la persistencia del conflicto interno con grupos ilegales armados (guerrilleros, paramilitares y sus respectivas disidencias) generadores de desplazamiento continuo del campo a las ciudades, el narcotráfico y el contrabando con su permanente lavado de activos, los prestamistas gota a gota (pago diario), la politiquería y su clientelismo inmoral propiciadora de malos gobiernos y excitadores de la polarización ideológica, la globalización, los tratados de libre comercio (TLC) desmedidos a favor de los países poderosos. La inmigración masiva de venezolanos, la pandemia de covid-19, los desastres naturales, la discriminación racial y de género. En fin, el origen del trabajo informal es infinito.
Entre sus consecuencias sobresalen: más pobreza, más violencia, más delincuentes, más créditos a pago diario, más trabajo informal, más ajustes de cuentas o venganzas entre bandas criminales y más miedo, a tal punto que ya la gente no reposa en las terrazas de sus casas. Ejemplos de tal situación tenemos a Valledupar y a casi todas las ciudades de Colombia, en las cuales hay atracos, asesinatos, sicariatos, reducidores, abigeatos, prostitución y drogadictos por doquier.
Aclaro: Las altas tasas de informalidad son causas y consecuencias en países con crisis económicas persistentes. En Colombia durante 2002 y 2015 la tasa de informalidad osciló entre un 48% y un 53% de la ocupación total urbana, actualmente está en 58,2%. La Solución o por lo menos la reducción de esta crónica situación, aunque difícilmente, se puede lograr a través de políticas concertadas, diplomacia congruente y reformas estructurales; es decir, de fondo y no de formas.
Las injusticias cometidas muy a menudo me entristecen enormemente, y pienso si tendrán que pasar los siglos de sufrimientos que aguantaron los europeos y asiáticos para alcanzar el nivel de desarrollo que ahora tienen y lo disfrutan en convivencia pacífica.
Pareciera que nuestros líderes siempre han ignorado las enseñanzas recibidas de sus profesores en sus estudios universitarios, igual se comportan los magíster y doctorados en las mejores universidades de los países más desarrollados.
Errores y horrores han cometido los gobernantes casquivanos que ha tenido nuestro país. Lo más grave es que todos sus sucesores, delfines y no delfines, han sido peores. Conservemos la esperanza de que en adelante tendremos mejores gobernantes.
La consigna democrática del pueblo debe ser la de elegir a los mejores candidatos, tanto al poder legislativo como al poder ejecutivo. Ya tenemos a Gustavo Petro como presidente del país. La expectativa es enorme. Con aplausos y reproches.
Por José Romero Churio