Las últimas tres semanas me levanté los domingos temprano, como de costumbre, para ingresar al portal Los Danieles para leer tres de los cuatro columnistas que, a mi juicio, son los mejores del país. En temas de lectura nunca he podido iniciar de lo menos a lo más apetecido, sino al contrario, razón por la cual siempre buscaba a Antonio Caballero primero, luego a Daniel Samper Pizano y finalmente a Daniel Coronell.
Pero una y otra vez encontré que Caballero no estaba en el abanico de columnistas, ni hallé indicio alguno sobre la causa de su ausencia. Como lector quedé con una desazón e inquietud pesimista, hasta el pasado fin de semana cuando leí la triste noticia de la muerte de este septuagenario columnista en el diario El Espectador, enterándome que llevaba varios meses enfermo, pero sin que se diera mayores detalles del mal que lo aquejó y finalmente lo llevó a la muerte.
Después de asimilar la mala nueva hice cuentas de los columnistas que aún leo por puro placer y solo quedan dos: Daniel Samper Pizano y Héctor Abad Faciolince, aunque Daniel Coronell también me resulta imprescindible por su rigor investigativo, valentía y el alcance de sus denuncias.
Antonio Caballero nunca perdió vigencia ni dejó de levantar ampollas con sus columnas o caricaturas semanales en alguno de los más prestigiosos medios escritos del país, como la Revista Alternativa, el diario El Tiempo, el diario El Espectador y en la otrora prestigiosa Revista Semana; también trabajó en reconocidos medios internacionales como la BBC de Londres, el diario The Economist, la Revista Cambio 16 de España, entre otros. Después de renunciar a la Revista Semana fue recibido en Los Danieles, medio en el cual se reencontró con su amigo y compañero de toda la vida, Daniel Samper Pizano, volvía a estar como en casa. Antonio era un hombre brillante como columnista, caricaturista, escritor, historiador y otros ámbitos del saber.
Se ha escrito en abundancia sobre este hombre invaluable para el periodismo del país y no deseo traer a colación sus temas más recurrentes, sus luchas, sus aficiones y otros aspectos de los que ya han opinado reconocidos columnitas nacionales en los principales medios escritos, por esto simplemente deseo expresar que admiraba su estilo impecable para escribir, su irreverencia ante cualquiera que detentara poder o prestigio, su invariable postura frente a temas como política, narcotráfico, etc., su aguda inteligencia para mostrar una arista impensable de cualquier tema que expusiera, su capacidad para caricaturizar cualquier personaje en sus columnas (comenzando por los presidentes), la crudeza de su lenguaje cuando se requería.
Solo una vez lo vi recular ante las críticas a una de sus columnas. Alguna vez uno de sus alumnos mencionó que muchas décadas atrás, cuando no existían las computadoras, Antonio era el Google en su entorno, cualquier pregunta la respondía con precisión y detalles.
Un pariente fanático de Julio Iglesias y Rafael Orozco cuando era joven sentenció que cuando estos dos artistas murieran, él se suicidaría. Falta por morir Julio Iglesias. Yo no puedo llevar mi admiración hasta el suicidio, pero uno no puede dejar de sentir que una parte de uno muere con partidas como las de Garzón, Gabo y ahora Caballero. Antonio es irreemplazable.
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