La impopularidad del presidente Santos registrada en las últimas encuestas nacionales refleja el descontento general por la falta de coherencia del Gobierno en materias como la tributaria, la de seguridad, la de la justicia, la de la propiedad privada, la del medioambiente, la de la inclusión, la de la corrupción y la de las víctimas. A estas hay que sumar la inconsistencia de un discurso de descentralización, precisamente desde el gobierno más centralista que hemos tenido desde los tiempos de Núñez.
Prueba de esa bipolaridad es la perorata del presidente Santos sobre la construcción del desarrollo y de la paz desde los territorios, mientras impulsa iniciativas tan centralizadoras como el nuevo proyecto de Acto Legislativo de Regalías, el cual establece adjudicar centralizadamente, desde el Ministerio de Hacienda y Planeación Nacional, ocho billones de las regalías que, por derecho, son recursos que deben ser asignados directamente por alcaldías y gobernaciones a través de los Ocad.
En mis visitas a las poblaciones más vulnerables de 31 departamentos, he constatado cómo, por estas mismas causas, la inmensa brecha de desarrollo que, históricamente, ha separado a las grandes ciudades y a los sectores rurales del país se ha profundizado durante este gobierno. Y este desequilibrio ha sido decisivo, justamente ahora, en el desencadenamiento de los serios paros que está enfrentando el país.
Casi todas las necesidades básicas insatisfechas que padece la población en las regiones mal llamadas periféricas son reflejo del olvido que sufren esas zonas, por culpa del centralismo. Ante un panorama semejante, caldo de cultivo de las distintas violencias, no resulta exagerada la aseveración del escritor y político gallego Alfonso Rodríguez Castelao de que “No hay más solución que el federalismo para llegar a la paz”.
Pero, contrario al derrotero de este gobierno, la descentralización debe partir de un proceso de planeación y de proyección desde los propios territorios: sólo a través de la educación para la participación responsable de las comunidades y del efectivo delineamiento de las prioridades de los territorios se puede allanar el camino.
El fracaso de la “descentralización” inscrita en la Constitución del 91, en la mayoría de los casos no se ha debido a mala fe o a corrupción de los gobernantes locales, sino a la falta de acompañamiento del Gobierno Nacional y de capacitación para el manejo de los presupuestos que, por derecho, deben ser ejecutados por alcaldes y gobernadores.
La descentralización ha sido esencial en el crecimiento de las mayores naciones del mundo, casi todas federalistas, como los Estados Unidos, Canadá, Australia, Rusia, Bélgica, Alemania, Austria, Suiza, Italia y España, entre otras muchas de desempeño económico ejemplar. Como liberales, estamos convencidos de la conveniencia de la consolidación no sólo de una Antioquia federal, sino de una Colombia federal. Valga la pena recordar que, en nuestro país, este tema tan importante no ha sido promovido exclusivamente en Antioquia, sino que ha gravitado siempre en departamentos como el Valle del Cauca y en regiones como la Costa Caribe, bajo el liderazgo de otro liberal comprometido con la autonomía regional, el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano de la Rosa.
Desde el Congreso, seguiremos luchando por esa Colombia federal, donde departamentos y municipios reciban, efectivamente, los recursos que, por mandato constitucional, les corresponden, pues, para alcanzar la modernización, la competitividad, la primacía del interés general y la equidad, las regiones deben potenciarse, y la democracia, repartirse mejor.
Por Sofía Gaviria Correa
*Codirectora del Partido Liberal