Valledupar coronará este y los próximos aniversarios transformándose de una apacible ciudad de casas y avenidas a una de edificios, congestión, centros comerciales y problemas insolubles de gran ciudad, dada, en parte, por la incapacidad de administrarla y orientarla y de crecer los servicios a la rapidez que demanda el desbordado progreso.
Hay síntomas elocuentes de esa incapacidad. Es un municipio, nos referimos al gobierno municipal, pequeño para una ciudad grande. Tanto económica como organizacionalmente la Alcaldía está muy débil.
Por algo se acogió a la Ley 550. Hay en su cabeza más política que técnica administrativa, mas anuncios que ejecución. Más retórica que consagración en el día a día a prestarle los mejores y más eficientes servicios al ciudadano.
En ocasiones no es porque no se quiera sino que se cuenta con unas finanzas precarias, timonel y equipo inexperto, y se está perdiendo el seguimiento a la agenda de propósitos y proyectos, la cual exige un seguimiento ordenado y sistémico, un hábito de ejercicio diario de ver en qué va cada tema, cada sueño.
El municipio tendrá que fortalecer recursos extraordinarios, mejorar el predial, urbano y el rural, establecer el impuesto de valorización, continuar los esfuerzos para mejorar la gestión de Emdupar, moverse rápido y con consistencia frente a las otras concesiones, si piensa desmontarlas, apoyar decididamente la gestión del SIVA, seguirse pegando de programas nacionales exitosos como los de vivienda o de Familias en Acción, entre otras acciones, que espera la ciudadanía.
Requerimos hacer más esfuerzos en educación. Una sociedad educada hace posible que la salud se administre mejor y que incluso los ciudadanos más conscientes de sí prevengan enfermedades y accidentes.
Valledupar, definitivamente tiene, al igual que ciudades similares, como Villavicencio, Armenia, Montería, centros comerciales, vías, congestión vehicular, oportunidades laborales pero también desempleo. Cada vez es más notoria que la diferencia es la divisa de la música, cabeza de un género como el vallenato que llegó a todos los confines, que la hace diferente, especial referencia, como New Orleans, Liverpool.
He ahí un filón para quererla más, invertirle más, asearla y cuidarla más. Hacerle constante mantenimiento, pues de nada sirve hacer cosas que no sean sostenibles y no garanticemos que luzcan ordenadas, pintadas y amables para esos visitantes que la conocen por primera vez.