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Anecdotario de un profesor.

Por: José Atuesta Mindiola
El profesor Rafael Pérez Rodríguez, nativo de Cihiriguaná, pero hijo adoptivo de Mariangola, donde ejerció por más de 30 años sus labores de maestro en la Escuela “Juana de Atuesta”, y en su colegio “Gabriel García Márquez”. Es muy recordado por su responsabilidad académica y social,  por ser bueno para enseñar matemáticas y orientar con disciplina a muchos niños desobedientes, que en ocasiones sus padres se sentían impotentes para corregirlos.
El humor lo llevaba regado en los surcos de la piel. Hoy  narraremos dos anécdotas, que él, varias veces contó. En un mes de noviembre se dirigía a la ceremonia de grado de la  escuela, elegante vestido de blanco, y  en una esquina cerca a una tienda, mientras se tomaba una gaseosa, levanta su pie derecho sobre una piedra inclinada a un árbol, y preciso, lo inesperado, un perro alza su pata izquierda para orinarse en el tronco, y le moja el pantalón blanco; de  inmediato, se agacha, toma una piedra con intenciones letales, pero frente a la mirada de dos estudiantes, disimuladamente la suelta. Y piensa en silencio: no te mató, porque soy profesor, y tengo que dar ejemplo de respeto y tolerancia por los animales, pero te voy a inventar una calumnia, y grita: ¡muchachos, ese perro tiene mal de rabia!
El perro tuvo un triste final, una lluvia de piedra masacró su cuerpo. El profesor Pérez, condolido, habló otra vez en silencio e ironía: Y dicen, que la calumnia no mata.
Ese día, en horas de la noche fue al baile de grado de uno de sus alumnos. Cuando los efectos de los tragos habían calentado su espíritu y su cuerpo  pedía música, observó a una hermosa doncella que había llegado de la Sierra, no iba acorde con los pasos arrítmicos de su parejo, también un cachaco. Una vez terminada la pieza se apresuró a pedir el barato; enseguida su habilidad de bailador hizo afinidad con la joven mujer, que no pudo esconder su agrado de encontrar un buen parejo. El joven cachaco, celoso, insistía en recuperar a su bella pareja, al verla tan acomodada en los brazos de su nuevo parejo,  enfurecido la toma de la mano;  el profesor hizo eco de sus destrezas de trompeador, y con un ligero empujón envía el joven a la lona. Un tío del agredido, armado de una machetilla se abalanza sobre el profesor; ante tan crítica situación,  éste corre desaforado y el hombre armando detrás le grita: ¡Pues, Pérez, párate si eres hombre! El profesor, siempre recursivo, contesta: ¡porque no te paras tú,  que nadie te viene persiguiendo!
El profesor, una vez prometió no tomar con gorreros, embusteros ni picaros; pero tuvo que romper su promesa porque no encontraba con quien beber. Al fin y al cabo, eran cuentos que él se inventaba o  se lo inventaban. A él, se le atribuye que en una ocasión al preguntarle a un alumno indisciplinado y difícil para las matemáticas, ¿Cuánto es uno y uno? El alumno respondió tres. El profesor perdió la paciencia,  tomó el perrero y le pegó dos pencazos- ¿Cuántos te di? El pequeño, entre lágrimas respondió, dos. A lo que el profe, dijo, eso es uno más uno; ¡se te olvida! Más nunca, afirmó el alumno.
El profesor Rafael Pérez Rodríguez, era un hombre solidario con todas las actividades comunitarias del corregimiento y se entregó con ahínco en defensa de la educación.  Fue traslado en contra de su voluntad para Valledupar; pero los fines de semana se le veía en Mariangola, y ahí en un accidente de moto, lo abrazó la muerte.

NOTICIA DE LA SEMANA

Siempre el nueve de febrero
es el día del periodista,
quien lleva en su mano altruista
la luz para el pebetero
que ilumine los senderos
donde el hombre ha de pasar,
libremente pueda hablar
con respeto y hidalguía,
y  la infame tiranía
se vaya al fondo del mar

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