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Anarquía o despotismo

¿Qué viene para Colombia? ¡Ah pregunta! ¿Qué nos depara el futuro? ¿Lo que estamos cocinando nos aparta de aquello a lo que tanto se le teme? ¿Es así que se va a evitar el coletazo? No lo veo claro. La respuesta podría estar dada por los hechos. ¿La reforma tributaria qué rumbo marca? Sofocará la inconformidad o la extenderá. Amanecerá y veremos.

Pero mientras tanto y como ejercicio reflexivo me he permitido divagar sobre criterios que pudieran orientar la conducta de quienes pudiendo deben marcar el rumbo nacional y fue cuando recordé a dos filósofos del derecho: el primero Edgar Bodenheimer, alemán nacionalizado en Estados Unidos quien en su obra, “Teoría del derecho”, relacionó y contrastó las nociones de derecho, poder, despotismo y anarquía, todo esto en la búsqueda del “tipo ideal de derecho”, y Luis Recasens Siches, jurista y profesor en una veintena de universidades, mexicanas y norteamericanas, cuando expone que si bien una de las funciones del derecho es brindar certeza y seguridad, lo que convierte a la seguridad jurídica en un freno, no lo es menos procurar el cambio progresivo.

Lo que enseñan estos maestros puede traducirse sin menoscabo en lenguaje popular así: “Ni tan cerca que queme al santo, pero no tan lejos que no lo alumbre”. Eso al fin y al cabo es lo que ellos tratan de expresar.

El derecho tiende a ser estático y eso lo lleva a que se va rezagando o apartándose de la realidad social que es dinámica. Fíjense el tema del divorcio matrimonial, que señalo apenas a manera de ejemplo, la legislación colombiana no lo permitía, era para toda la vida, soslayando aquel principio general que afirma que en derecho las cosas se deshacen cómo se hacen. Entonces sucedió que se abrieron paso las uniones de hecho o libre. El derecho matrimonial se había quedado atrás.
Por su lado expone Bodenheimer: “Por su propia naturaleza el derecho es un término intermedio entre la anarquía y el despotismo; trata de crear y mantener un equilibrio entre esas dos formas extremas de la vida social. Para evitar la anarquía, el derecho limita el poder de los individuos particulares; para evitar el despotismo, frena el poder del gobierno”.
A todo mandatario se le entrega un poder y solo él tiene la llave y tiene que cuidar no ser tan débil que se llegue a la anarquía o excederse lo que lleva al despotismo. Es mucho de ciencia y también de arte. Es un problema de medida, de ajustes dinámicos en obediencia a factores objetivos. Un presidente debe saber utilizar el ESMAD y al Ejército, pero también detectar y generar los cambios que se requieran. Para eso no existen fórmulas matemáticas sino sabias decisiones. Hay que montarse en el lomo de la historia.
Feliz Navidad.

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