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Amor en Do Mayor

MI COLUMNA

Por Mary Daza Orozco

Fue cuando estaba en un cajero automático. Trataba de reprimir esa sensación claustrofóbica que siempre me produce el pequeño espacio y en el momento en que trataba de  introducir la tarjeta, el timbre del teléfono me hizo saltar. Sonó tan duro, que a pesar de que  era el anuncio de un mensaje, me dio la impresión de que el sonido era acuciante, como de una mala noticia.
No me equivoqué, leí: “Mascarino  está muriendo”. Salí en volandas, pero me tuve que devolver porque había dejado la tarjeta a medio introducir en la ranurita del aparato, los que esperaban me miraron curiosos, busqué un lugar sombreado y respondí: “¿De qué, qué le pasó?”. Surgió el diálogo:
– No se ha querido levantar, no come, está sufriendo.
Por los síntomas parecía una pena de amor.
– ¿Qué dice el médico?
– Aquí no hay médico para él.
Seguía pareciéndose más a una pena de amor.
– ¿Qué le has dado?
– Nada, no quiere comer nada, ni agua.
El día pasó entre preguntas esperanzadas y respuestas tristes. Me dolía que se fuera a morir, es tan joven y tan bello, con sus ojos color de mar. Comencé a enviarle mis buenos deseos, energía, buenos deseos, energía. Por la noche volví a preguntar:
– ¿Cómo sigue?
– Sufriendo, se va a morir.
Pero quién se va a morir así como así, sólo con amanecer triste, inapetente y débil, recordé a las heroínas de las novelas del Romanticismo llorón, ellas se morían, pero ahora, en estos tiempos, bueno uno nunca sabe siempre quedan rezagos por ahí como Rosalba de Arturo Suárez o María de Jorge Isaacs…
La mañana llegó luminosa, con ese sol esplendente que es presagio de una tarde lluviosa:
– ¿Cómo amaneció?
– Peor, está sufriendo mucho, creo que sería mejor darle algo para que muera pronto y deje de sufrir.
– No, eso no, deja que la naturaleza haga lo suyo.
– Voy a esperar hasta mañana.
La voz del hombre se notaba desesperada,  su amor por Mascarino quedó en evidencia y me contó que se estaba preparando para cuando ya él no estuviera, ya no tendría quién lo despertara por las mañanas, ni quien se estuviera ahí quietecito mirándolo con esos ojotes color de mar asombrados, mientras él mezclaba pinturas  o escribía sus cuartillas, se preparaba para seguir la vida sin su compañía.
Recordé mis clases de Reiki, sí, la energía sanadora, fueron horas enviándola, llegó otro mensaje: “Voy a buscar quien le dé algo para que muera de una vez por todas y deje de sufrir.
La situación se volvía alucinante, más Reiki, con todo el corazón y de pronto el timbre sonoro, ahora no era de mala noticia, era más claro: “Qué extraño, Mascarino se levantó de pronto, pero se volvió a acostar”.
Pensé que mi terapia a distancia estaba dando resultado, pero no. Me imaginé que ocurriría eso que dicen sobre los que van a morir: se mejoran un momento y después sucumben. Me preparé para esperar la noticia triste, sentí pena por ese hombre que sufría por el enfermo.
– Conseguí un médico, le hizo un lavado estomacal y le dio unos medicamentos, dice que es una bacteria, – me dijo por la mañana.
-¿Y cómo sigue él?
– Parece que está luchando.
Y luchó y lo consiguió.
Mascarino comenzó a mejorar, poco a poco, el ánimo del hombre cambió, estaba ilusionado.
Dos días después el gatito de ojos color de mar saltaba alrededor de su dueño, el hombre estaba feliz, sin embargo, sigue asegurando que él no cree en el amor.

Nota cultural: El Banco de la República invita al taller: ‘Literatura Joven, para jóvenes’, los días 12, 13 y 14 de diciembre, es gratis, como todas sus actividades culturales, pueden participar los mayores de 12 años desde alumnos en vacaciones, profesores o todos los que deseen ampliar más sus conocimientos literarios. El taller lo dictará el poeta y columnista de este diario  Jarol Ferreira Acosta.

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