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Amnesia presidencial

El presidente Gustavo Petro, que perdió el norte hace rato, ahora saca de la manga una propuesta populista y muy, muy peligrosa: una asamblea nacional constituyente. El único argumento que esgrime es que no ha podido gobernar, que la institucionalidad -producto de la Constitución de 1991-, lo tiene maniatado y sus reformas no avanzan por eso. Falso de toda falsedad, miremos…

El presidente afortunadamente no avanza al ritmo que quiere por causas que sólo le competen a él y a su equipo de gobierno. Como lo venimos demostrando en nuestras columnas, con evidencias en cada caso, la gestión del gobierno es prácticamente nula. El equipo que acompaña a Petro se especializó, a través de los años, en hacer oposición irreflexiva al mandatario de turno. No entienden la cosa pública, son ignorantes en temas de funcionamiento del Estado, se rajan eligiendo perfiles inocuos para cargos que requieren experiencia y que son de gran relevancia. Por eso no avanzan las reformas, por eso el Estado sólo crece en nómina, más no en resultados.

Adicionalmente Petro afirma que el pueblo votó mayoritariamente por esos cambios y que las viejas estructuras sociopolíticas y económicas impiden su realización. Pues bien, le recordamos a Petro muy respetuosamente que los resultados de las elecciones regionales de octubre del año pasado, pasados 14 meses de su gobierno, le dieron la espalda a su persona, a su presidencia, a sus ideas. Son muchos los colombianos que han mostrado públicamente su arrepentimiento por haber apoyado a Petro para llegar a la presidencia, e imagino que la mayoría de ellos no se atreve a manifestarlo tan abiertamente so pena de que los encaren y responsabilicen por esta “crónica de una muerte anunciada”. Pues si bien ganó las elecciones presidenciales el entonces candidato del Pacto Histórico, no fue un resultado arrollador, aunque sí claro, gracias a enfrentar a un candidato que como Rodolfo Hernández -que pudo ganar tranquilamente si lo hubiera querido- bajó los brazos y se entregó después de la primera vuelta. Pero un año y pico después, en las mismas regiones en que ganó en las presidenciales, el pueblo votó en las regionales de manera distinta, enviando un mensaje de desilusión, apoyando ideas muy diferentes a las de Petro. 

El presidente no puede darle la espalda a la realidad: ya no cuenta con el apoyo popular de antes, ha perdido seguidores, adeptos, ha desilusionado a miles y por eso, un Congreso que no está dispuesto a inmolarse por él -como sí lo está haciendo su hijo Nicolás-, le cierra el paso a sus propuestas. Esta sigue siendo una democracia señor Petro, lo que le incomoda mucho, pero seguimos viviendo y actuando en democracia, con las herramientas constitucionales que permiten aislar a un mandatario que ignora a la nación.

No nos dejaremos confundir, los motivos por los que el presidente aduce la necesidad de una constituyente no van más allá de que debe aprovechar que está en el poder para perpetuarse aprobando muy seguramente la reelección. La izquierda es consciente de que las cosas van mal, que pierden cada día apoyo y que les quedará muy difícil regresar al ejecutivo por medio de elecciones libres y transparentes. Deben aprovechar el cuarto de hora, lo tenemos bien calibrado. Tampoco sorprende la manera y el público frente al que hizo el anuncio de la asamblea constituyente. Petro tiene claro que, en otras ciudades, en entornos empresariales y académicos, esa propuesta sólo generaría rechazo y profunda preocupación. 

Seguiremos desarrollando una oposición reflexiva, ese el compromiso que hemos asumido con el país, con cada uno de nuestros lectores. Seguiremos denunciando lo denunciable y llamando las cosas por su nombre, seguiremos compartiendo con ustedes las consecuencias lógicas de las decisiones políticas que por estos días se están tomando en Colombia. Debemos defender a capa y espada la vida que tenemos y presionar para que se respeten nuestra Carta Magna y la democracia.

Mientras tanto, no podemos dejar que Petro empantane el metro de Bogotá. Algo traman y no huele nada bien. 

Jorge Eduardo Ávila

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