La pandemia transformó la dinámica económica en valledupar y por ende la relación de trabajo en una ciudad que venía con una economía débil y una tasa de desempleo del orden del 17,9 %.
En las circunstancias actuales por la pandemia de la covid-19, uno de los mayores retos después de la Segunda Guerra Mundial, quienes más sufren son aquellas personas que viven del rebusque, la madre cabeza de familia, el carretillero y en general una población vulnerable en una ciudad donde la informalidad campea el 61,4 % de la población empleada. ¿Cuál la causa de la informalidad? ¿A quién favorece esa informalidad?
Podríamos argumentar causas estructurales e históricas de la precaria economía vallenata, que se ha movido en el dualismo entre la modernidad y la hacienda patronal, o por cuenta de gobiernos que no han hecho las cosas más apropiadas y no se han guiado de forma visionaria hacia el largo plazo, sino con el impulso inmediatista de mandatarios transitorios que quisieron dejar una obra-monumento para que los recordaran.
Sabemos que no es momento de llorar sobre la leche derramada. Esta es una situación inesperada y asombrosa que ha dejado expuesta a la comunidad con sus más bajas defensas.
El esfuerzo de todos los medios de comunicación y la Alcaldía del Municipio, junto a la Diócesis de Valledupar, de hacer un llamado a la población conmovida por la aguda necesidad de los coterráneos, ha recibido nuestro especial reconocimiento; y esperamos que ese afán de servicio y solidaridad se desborde en el día de hoy.
Las otras ciudades intermedias, similares a nuestro querido valle, han demostrado un alto grado de desprendimiento. Qué no decir de las principales ciudades del país en las que el liderazgo y visibilidad de sus alcaldes exhibieron ya no cientos sino miles de millones en colaboración ciudadana, desde el pequeño comerciante hasta la gran empresa, a pesar de lo duro que les ha dado la pandemia.
Solidaridad y esfuerzo es también de aquel que en medio de la iliquidez de dinero en la región, y la incertidumbre en sus negocios, decide pagar los impuestos municipales porque comprende que éstos son necesarios para que la administración de forma transparente y con eficiencia resuelva los inaplazables problemas sociales. Esta es otra cara, aunque obligatoria, de un buen Vallenatón, el contribuyente.
En este momento se requiere de la solidaridad para dar una mano amiga a ese hermano que lo necesita como en la canción ‘Paisaje de Sol’ de Gustavo Gutiérrez. Así las cosas, por favor, encarecidamente les pedimos multiplicar el esfuerzo para apoyar la Vallenatón. Vallenatos, cesarenses, guajiros y personas de otras latitudes se lo agradecerán. Que sea esta la oportunidad para tener el mejor gesto cristiano.
Con ese esfuerzo llamaremos al pueblo vallenato, sin distinción económica, a la tarima de la historia porque en el momento más preciado y más necesario puso su grano de arena, sus ladrillos, sus alimentos, vació sus bolsillos y ahorros para darles vida y aliento, en el drama más duro, a los pobres de la ciudad.