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Amenazas contra la libertad de expresión

Ver para creer, dice el adagio. El mundo aún no sale de su asombro ante un hecho tan abominable como es el asesinato de una persona en una sede diplomática. Me refiero al caso del periodista Saudí Jamal Khashoggi, ocurrido en la ciudad de Estambul, en el consultado de Arabia Saudita. Más allá de que sea un periodista, el caso merece el repudio mundial por el simple hecho de ser una persona, en un país extranjero que va a hacer una diligencia ante una sede diplomática de su patria. No hay derecho.

Lo sucedido demuestra que, con todo respeto por las culturas del Medio Oriente, la mayoría de esos países cuentan con estados más abusivos y autoritarios que los nuestros. Y es tal el poder del gobierno árabe, que controla buena parte de la producción de petróleo diaria del mundo, que además exporta a su aliado incondicional Estados Unidos, que la reacción del mismo gobierno Turco y del Norteamericano, ha sido más bien tibia. Es el colmo.

Una cámara de video que registró su entrada al consulado es el último rastro del periodista con vida, y única evidencia de su ingreso a la sede diplomática. Todo indica que al hombre lo mataron, lo descuartizaron y trataron de dramatizar su salida del consulado, cuando en realidad movilizaron y desaparecieron sus restos. Increíble.

Lo cierto es que Khashoggi era un periodista opositor al régimen saudí, con un gran liderazgo en su país, e integrante de una familia importante. De allí que el propio Rey y el Príncipe del régimen hayan ido a su casa a darle sus condolencias a sus familiares, y fueron recibidos por el hijo de Jamal: Salah Khashoggi. Este señor estaba en diligencias personales, necesarias para su futuro matrimonio. Por supuesto, de nada le sirvió ser periodista.

Y es que el periodismo sigue siendo una profesión peligro en muchas partes del mundo, incluyendo a Europa, Estados Unidos, inclusive, y ni se diga de regiones como América Latina, donde más de un gobernante hace de las suyas abusando de su poder, como es el caso de Nicolás Maduro en Venezuela y de Daniel Ortega, en Nicaragua; pero no son los únicos, en la Argentina de los Kirchner, en Perú con Fujimori y en Ecuador con Correa. Pero también aquí en Colombia con gobernantes a todo nivel que consideran que el Estado es suyo y que el periodismo debe estar a su servicio.

Precisamente la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en su reciente 74 Asamblea General acaba de publicar un completo documento sobre la situación de la prensa, la libertad de expresión y el derecho a la información en esta parte del mundo. El estudio advierte que las amenazas, agresiones y asesinatos de periodistas siguen vigentes y en aumento. 30 periodistas asesinados en la región en los últimos meses. De estos, los últimos 20 murieron entre abril y Octubre: ocho fueron asesinados en México, siete en los Estados Unidos, dos en Brasil, uno en Nicaragua y otros dos en Colombia. Aterrador.

Recomiendo a los colegas, periodistas, y a la ciudadanía en general, consultar el documento de la SIP. Y a propósito de esta organización, una colombiana, la directora y gerente del diario EL PAÍS de la ciudad de Cali, María Elvira Domínguez Lloreda, asume la Presidencia de la SIP para el periodo 2018-2019. Anteriormente, otros dos colombianos habían ejercido ese cargo: Luis Gabriel Cano de El Espectador, entre 1996 y 1997; y Enrique Santos Calderón, entre 2008 y 2009. Muchos éxitos a la doctora Domínguez Lloreda en su gestión, tiene el reto de ayudar a evitar que sigan los atropellos contra la prensa en esta zona del mundo.

Por Carlos Maestre Maya*
*Asesor empresarial.

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